viernes, 19 de julio de 2013

En la red de Cartarescu



Tengo que haceros una confesión. A veces, al terminar un libro y ponerme a pensar en la correspondiente reseña, me entra una especie de tembleque. ¿Lo habré entendido, siquiera mínimamente? ¿Meteré la pata si me aventuro a hacer una interpretación personal sin antes contrastarla? Esto que me parece que es lo que el autor quiere decir, ¿no resultará en realidad una memez, dado que he pasado por alto un dato crucial para entender la obra? Son los temores y complejos del diletante de la literatura, que jamás ha leído a Barthes, que nunca se ha molestado en intentar comprender el constructivismo ni el posmodernismo, y que se ha pasado la vida encerrado en un demodé y claudicante yomismo. Por eso, ante el riesgo de convertirme en el hazmerreír de la blogosfera, no pocas veces decido que más vale pasearse por otros blogs, foros, amazones y wikipedias, para así enmendar mi infantil lectura y maquillarla con la opinión y el lugar común socialmente aceptados.

En ocasiones, sin embargo, las sensaciones que nos transmite un libro son tan poderosas, viscerales e inefables, que uno decide hacer de su capa un sayo y soltar su opinión con desfachatada chulería. Cuando un libro nos conquista y confunde como lo ha hecho conmigo Lulu, uno pierde el miedo al ridículo. Por eso, en esta ocasión he decidido lanzarme al ruedo como espontáneo, y sólo después de la faena me dignaré a leer otras opiniones o, sencillamente, la introducción. Así que valor...

Perdóname, Literatura, por no haber leído a Barthes


Escrito antes de leer otras opiniones

Hace unos días, me di cuenta de que nunca acabaría el libro que estaba leyendo (con el que además cerraba de manera desafortunada una hasta entonces muy exitosa racha de novela inglesa), y había llegado el momento de decirle adiós y empezar otra novela y quizá, quién sabe, otra "temporada". Me encontraba en la biblioteca de la Vila Olímpica, donde, al no ser la mía habitual, pude recorrer las estanterías y arramblar con todo aquello que me llamaba la atención. Entre los nueve libros que cogí, había dos de un autor al que hacía tiempo le tenía echado el ojo: Mircea Cartarescu.

 No es un cantautor de los 70, sino un gran esritor

Dentro de lo relativo que puede ser el éxito internacional de un autor rumano, parece que Cartarescu está causando una especie de sensación en la novela europea. Está considerado el mejor autor rumano contemporáneo y, a juzgar por estas dos novelas que he leído, parece haber sabido, como se suele decir, asimilar la tradición, rumiarla y digerirla bien para luego, y esto no se dice tanto, regurgitarla en una nueva forma, personal, coherente y violentamente brillante. Su novelita El ruletista, que quizá reseñe en otro momento, es una joya de apenas sesenta páginas que nos remite al Joseph Roth más alcoholizado y al Nabokov más posmoderno. Y esta Lulu (obsérvese que va sin acento; Lulu parece ser un nombre masculino), obsesiva, enfermiza y aracnofóbica nos hipnotiza tanto como nos repele.

Yo yacía allí, carente de voluntad, era solo un ojo del que colgaba, como un harapo, el resto del cuerpo, un único ojo grande y transparente, clavado en los ocelos de la bestia, fascinado e iluminado por aquel sol salvaje de ocho rayos, por aquel sol criminal con garras de sarcopto.

(Con Lulu se aprende mucho de la morfología de la araña)

A muy grandes rasgos, Lulu nos cuenta, si lo he entendido bien, no la caída, sino la estancia en el infierno de Victor. Hoy escritor de éxito, Victor parece sufrir de esquizofrenia, y nos habla desde una especie de sanatorio en las montañas, adonde ha ido a convalecer e intentar recuperarse. El escenario le hace recordar el viaje escolar que hizo con sus compañeros de instituto justo hace 17 años, la mitad de su vida, a una residencia en el campo. Allí tuvo lugar una experiencia que le marcó o, quizá (y aquí me arriesgo) le hizo a su vez recordar otra experiencia, aún más traumática, que sufrió antes aún de que pudiera recordar y se formara su yo.


Poco más puede decirse de la trama. Es, sin embargo, el lenguaje y el estilo de Cartarescu lo que hace de esta lectura una obra excepcional. Con su escritura oscura, obsesiva, esquizoide, con sus continuas referencias al horror de la mente aprisionada en el horror del cuerpo, es difícil no reconocer en Victor al adolescente atormentado que fuimos, que siente repulsión ante lo que llaman vida, un adolescente que en la lectura no busca consuelo, sino la confirmación de sus pesadillas; que anhela descender todavía más en el infierno, degradarse, humillar su cuerpo, arrastrar su indignidad humana por el fango, sabedor de que en él está la semilla de un genio que un día será recordado por el Libro. El arte no será nuestra salvación, ni siquiera el último reducto de nuestra dignidad, pero no hay nada más, ni aquí ni en ninguna parte.

Siento aquí un trauma antiguo, engañoso, escondido bajo miles de capas de piel, cegador como la perla entre las lenguas de la ostra. Cuanto más me ensaño con él, más me espanta la idea de que no corto un tumor, sino un órgano vital, como si el texto fuera mi verdadera vida y yo mismo, tan solo una ilusión.

Como veis, el libro es una paja mental en toda regla, donde a la soledad y al horror ante la vida y ante el propio cuerpo, se unen el tema de nuestra doble naturaleza, masculina y femenina, y la amputación de una de ellas, así como el símbolo de la araña y su presa atrapada, inmovilizada y devorada viva.

Y llega el final, y uno no sabe cómo interpretarlo. ¿Se trata de un final tan prosaico como parece? ¿Debemos ampliar nuestros conocimientos de medicina teratológica? O, por el contrario, ¿se trata sólo de palabras? ¿Me pierdo algo muy evidente? ¿O no hace falta que le dé tantas vueltas?

El título original. No me digáis que esa portada no es para confundir

Escrito después de leer otras opiniones

Quizá debería haber hecho este experimento de reseña-antes y reseña-después con otro libro. Para mi desazón, parece que más o menos he "entendido" el libro. Tras haberme paseado por otros blogs, parece que, por lo menos, no he metido la pata de manera escandalosa. Por lo visto, a veces los libros, incluso aquellos tan extraordinarios como Lulu, nos cuentan lo que creemos que nos cuentan, y es una tontería buscarle tres pies al gato. 
Me siento un poco decepcionado, la verdad. ¿Conmigo mismo, o con los otros lectores de esta obra? No lo sé. ¿Esperaba quizá que mi reseña fuera tan aventurada y absurda que diera pie a una profunda reflexión sobre el papel del lector como creador? ¿Quizá pretendía con este juego simplemente humillarme? ¿O lo que lamento es que los demás hayan hecho lo mismo que yo y se hayan quedado en la lectura más obvia?

Enmienda, o acelerada contrareflexión final

El caso es que, pensándolo bien, al pasearme por esos otros blogs no he encontrado tan sólo la confirmación de mis impresiones, sino que también, y como sucede con los buenos libros, me he puesto a darle vueltas otra vez. Y como hoy me he propuesto no hacer trampa, no voy a modificar lo que he escrito más arriba y presentar mis nuevas ocurrencias como evidentes. A lo hecho, pecho.

Varios blogs citan la primera línea del siguiente párrafo: 

Si la escritura es, como dicen, una terapia, si puede curar, debería poder hacerlo ahora. Voy a emborronar una página tras otra, voy a utilizar las hojas como vendas impregnadas no de tinta, sino de lo que mi vieja herida supura. Quizá, finalmente, todo se empape en ellas y, a medida que se vuelvan más y más purulentas, más burbujeantes, yo mismo me vaya vaciando de veneno.

Si de ahí damos un salto a la última palabra del libro, nos damos cuenta de que quizá sí hay esperanza. Quizá el infierno en la tierra es temporal. Es cierto que no se conoce el caso de insecto alguno que, una vez atrapado en seda, paralizado y cubierto de jugos digestivos, haya conseguido escapar de los mortales quelíceros, pero no debemos..... Bueno, como veis ahora soy yo el de la paja mental. Pero es que Lulu se lo merece.

16 comentarios:

  1. ¿Y no te pasa que al leer una novela ya estás pensando en cómo va a ser la reseña que va a hacer?

    Yo no suelo escribir reseñas (aunque me gusta leer las de los demás) pero a mí me pasa algo parecido con el cine. Tengo un perfil en Film Affinity y pongo nota a todas las películas que voy viendo; pues bien, mientras estoy viendo una película ya estoy pensando en la nota que le voy a poner y me desdoblo: por un lado estoy viendo la peli y al mismo tiempo, por el otro, la voy juzgando. Si la peli no me gusta mi yo crítico toma el control y sólo lo oigo a él. En cambio, si la peli me gusta, el yo espectador se hace fuerte y consigue que el otro se calle un poco.

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    1. Pues si te he de ser sincero, me pasa más bien lo contrario. Ni durante la lectura ni una vez acabada ésta se me ocurre qué puedo decir. Tengo que esperar unos cuantos días, y si todavía no he tenido alguna idea sobre cómo empezar la reseña, la abandono. Recientemente he reseñado dos o tres libros en una entrada, algo que suele salir bien siempre que las lecturas tengan algo en común. En otros casos, las dejo todas para alguna entrada sobre minireseñas, muy fáciles de escribir, pero también muy agradecidas.
      Saludos.

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  2. No, no, es compleja de narices. Yo tuve que leer dos o tres veces la parte final para entender qué demonios pasaba, porque a partir del encuentro en la casa abandonada es una locura. Se mezcla la realidad con el sueño. De hecho, yo creo que la casa es un símbolo del ello, donde Víctor (el ánimus, la parte masculina del alma según Jung) retiene a Lulú, que es un espejo de su ánima (la parte femenina). A mí me recordó mucho a la parte final de El lobo estepario. La clave está casi casi al final de todo, con el descubrimiento del origen del trauma (la novela es la búsqueda del sentido de la obsesión de Víctor por Lulú, porque para Cartarescu la literatura es una suerte de psicoteapia) con un recuerdo de su infancia que tiene que ver con su madre (no lo digo para no spoilear el desenlace). Lo que es de locos es lo de la araña. Desde que la leí le he estado dando vueltas. Podría representar la propia figura del escritor que novela (es decir, hace nudos con su hilo atrapando en su red ficcional la realidad de la experiencia). Pero lo que es seguro es que tiene que ver con la simetría, la belleza artificial encarnada por el insecto, motivo metafórico que es algo muy particular de Cartarescu como autor y que se puede ver perfectamente también en la trilogía Orbitor, dividiva en las tres partes de la mariposa (en castellano Cegador traducida en Funambulista pero del alemán y creo que va a ser traducida al completo por la traductora del rumano de Impedimenta). De todas formas me sigo quedando con "El ruletista". Me parece un relato magistral, a la altura de los clásicos del siglo XIX.

    Para mí, es, sin duda, uno de los mejores escritores actuales vivos junto a Roth, Delillo, Pynchon, Palahniuk, Cees Nooteboom, nuestros Vila-Matas y Orejudo y algún que otro más que me dejo en el tintero. Por cierto, muy criticado en Rumanía, curiosamente. Es algo así como un Marías para nosotros. Está más reconocido fuera que dentro de su país, como le pasa a Manea. Allí la gente sigue considerando que como Arghezi, nada.

    Buena reseña. Estoy totalmente de acuerdo. La novela está escrita de la leche (y en rumano por lo poco que he podido leer tiene una eufonía que se pierde en la traducción, como siempre). Me gusta el estilo que mezcla lo vulgar y crudo (lo de escribir con sangre, pus y heces es brutal y la descripción vulgar de Lulu es gloriosa) con lo bello y lo lírico (el detallismo y el estilismo de la lengua o la descripción de los edificios en ruinas).

    Y no te preocupes, yo me paso todo el día interpretando textos y he sudado para entender mínimamente qué demonios quería decir Cartarescu.

    Saludos.

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    1. Yo buscando por esos blogs, y al final la mejor lectura de la obra me la encuentro en el mío, en uno de los comentarios.
      Me alegra ver a alguien que admite que le ha costado entender el final. No he encontrado, en todas las reseñas que he visto, que alguien haga la más mínima mención a él. Es cierto, todo hay que decirlo, que una reseña no tiene por qué contestar a todas las preguntas que plantea la obra, pero cuando nadie se refiere a esas dificultades, el lector no puede evitar sentirse un poco tonto.
      Yo también tuve que releer la escena en la consulta del médico, y consultar el diccionario, a ver si es que el problema venía por ahí. El narrador habla del niño "ictifálico", palabra no recogida en el diccionario. Lo correcto es "itifálico", es decir, empalmado como un duque. "Ictifálico", de existir, podría significar "con un falo de pez". No irán por ahí los tiros ( supongo...), pero te haces una idea de lo confundido que estaba y sigo estando. Y luego esas palabras que le susurró al oído y que no olvidará jamás. He vuelto a releer la escena final. A ratos creo intuir algo, pero no acabo de decidir cuánta de esa monstruosidad es psicológica y cuánta fisiológica.
      Lulu puede ser espejo del alma de Victor, así como su parte femenina, pero no olvidemos que Lulu tampoco es femenino femenino lo que se dice femenino.
      En la mayoría de especies de araña, la hembra es considerablemente mayor que el macho, y algunas de ellas acaban comiéndose al maromo tras la cópula.
      Totalmente de acuerdo en que El ruletista es una maravilla.
      Un saludo, y mucha suerte en tu nueva andadura.

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  3. No la he leído y la tengo en lista porque El Ruletista me pareció excelente y me habían recomendado justamente, para seguir, Lulu.

    Ese temor a meter la patita sobre todo con obras complejas me parece que nos pasa a muchos. Me ha encantado el proceso que has seguido en la reseña...

    Buen domingo (caluroso)!!

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    1. Yo he seguido ese orden, y la verdad, no sabría decir cuál de las dos es mejor.
      Y el temor a meter la pata, sí, creo que es general, y está bien que así sea, ¿no? Pomposos y arrogantes pontificadores literarios ya tenemos suficientes.
      Un saludo.

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  4. Tenía a Lulu esperando un momento propicio (de esos que no existen pero que llegan), y me temo que debería ser ahora. "por qué nos gustan las mujeres" me encantó, y "el ruletista" me dejó tan descolocado que durante meses lo llevaba encima a todas horas a ver si se me pegaba algo, hasta que lo regalé a alguien que lo merecía...
    Tienes la virtud en tus reseñas de crearme la necesidad de leer ese libro inmediatamente. Es curioso comprobar que todos esos miedos y reparos son compartidos...

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    1. Es de admirar tu generosidad al regalar El ruletista.
      No sé si tengo esa virtud que dices, pero tú desde luego sí la tienes. Acabo de leer Buick Rivera y tengo otros dos de Jergovic esperándome ya en casa. No me habría decidido a leerlo si no hubiera sido por tu entusiasmo al hablar de él.
      Aparte de recomendaciones literarias, también me alegra compartir miedos y reparos.

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  5. Siento ser la voz discordante, aquí y en el resto de cenáculos -que se han mostrado unánimes y a favor de ''Lulu''-, pero de todo lo que llevo leído de Cartarescu ''Lulu'' me parece, con mucho, lo peor. Se lo parece a quien llegó a idolatrar ciertas líneas de ''Nostalgia'' y que ahora, como ocurre siempre que de una buena opinión se pasa a una mala, no sabe si considerarlas tan buenas; lo que antes era anecdótico y no empapaba lo bueno, ahora lo anequista (quizá sea eso lo que detesto de ''Lulu'', y es la sombra que tiene sobre ''Nostalgia''). La sustancia de ''Lulu'' es mucho más sencilla de lo que deja entrever su psicología freudiana y su hinduismo y demás amalgama cultural. La muñeca de trapo, la hermana de Víctor, el adolescente torturado y el adolescente travesti son los nombres que Cartarescu compone para dos elementos que siempre son los mismos, la parte femenina y la parte masculina del Yo. En este punto no tengo problema. Puestos a enterarnos del vademécum freudiano, más vale que esté sazonado por Cartarescu. Pero es que de hecho, todo lo introspectivo que hay en Lulu ya está en su trabajo anterior, y está hecho con un acierto, según lo veo yo, mucho mayor. En ''Los gemelos'' la relación entre los dos sexos de Víctor estaba mejor hilada: la pesadilla es más vívida cuando la descubres en el mal amorío con Gina que en el encontronazo con el chaval y su disfraz de mujer (y entiendo que es ese disfraz lo que permite visualizar al mismo tiempo las dos partes de las que antes hablaba, pero en fin). En ''Nostalgia'', la cuestión del Todo y del Aleph tenía un tono magnífico y carente de pretensión; allí el Todo era fábula, y en Lulu es un despliegue de imágenes sexuales ampulosas y, al final, desagradables (conste que no soy ningún mojigato). En el ''Mendébil'', el descubrimiento sexual también tenía una voz mejor... Y etcétera.

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  6. Hay párrafos de ''Lulu'' que son brillantes, no lo pongo en duda. Pero hay que rescatarlos de entre otros muchos que sólo son farragosos. En ''Nostalgia'', Cartarescu me parecía un escritor de enorme carácter. He leído en la crítica comparaciones absurdas, con Kafka por las pesadillas y con Borges por el problema de identidad, entre otros. Es verdad que en toda pesadilla de libro hay un regusto a Kafka, pero eso ocurre porque Kafka se hizo dueño de todas las pesadillas, no porque otros hayan tenido las mismas que él, o parecidas. También es verdad que el momento de duda de ''La busca de Averroes'', cuando Borges se mira al espejo y se ve multiplicado, y en una de sus réplicas está la misma cara de Averroes, y en las otras están las caras del resto de hombres, se parece a los distintos encuentros de Cartarescu con su reflejo; pero, insisto, donde Borges es bibliófilo y erudito, Cartarescu es otra cosa, para la que no tengo un adjetivo. Lo que quiero decir, en suma, es que Cartarescu me parecía difícilmente clasificable, y eso es de lo mejor que se puede decir de un escritor. Sin embargo, en ''Lulu'' ya no cabe este chapeau. En ''Lulu'' se me ocurre una clasificación muy clara, que es la que sugiere el propio nombre del autor. ''Lulu'', con su prosa afectada y sus manierismos, me parece a ratos una parodia de sí misma, la caricatura de los excesos y las manías de Cartarescu. Sólo hay que imaginar el caso de que Kafka escribiese una novela y ésta fuese kafkiana. Es mala señal poder llamar a una novela por el nombre de su propio autor, es señal de que se ha medrado en un tópico. Si Kafka fuese kafkiano, sus terrores serían burdos, como ecos mal afinados de los originales. Y Cartarescu en Lulu es cartaresquiano (si se me permite la licencia), lo cual viene a decir que no sólo no innova en la imaginería de Cartarescu, sino que recicla lo que ya estaba bien dicho en ''Nostalgia''.
    Repito que siento decir esto, más aún teniendo en cuenta que, por lo visto, la experiencia de escribir ''Lulu'' fue todo lo angustiosa que jura ser, pero, ¿de qué me sirve su sufrimiento si no soy capaz de compartirlo? Víctor es el adolescente que muchos hemos sido -o, en este caso, que soy-, y uno sabe empatizar con sus circunstancias y sus aspiraciones, la soledad y la catarsis. Sin embargo, uno no sabe empatizar con el retrato que de él te da su versión diecisiete años más vieja. Dado que esta versión es la que ha escrito el libro, puedo decir que no he entendido el libro. Lo que sólo un hombre puede entender, incluso si es bello, no es poesía. Bajo las faldas de Lulu, en la mil veces rumiada anatomía de Víctor, con sus meninges y su encéfalo, y en la arquitectura del internado, con su gran araña, hay más pretensiones que versos. Yo no sé si puedo decir cosa peor, y por eso me veo obligado a aclararlo: Cartarescu es, por lo demás, un buen escritor, y quizá en todo esto cojeo yo y no él.

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  7. He leído ahí arriba una referencia a ''El lobo estepario''. Me ha hecho sonreír, como a todo el que haya leído a Hesse y a Cartarescu, porque es cierto que en el teatro de Harry Heller y en el internado de Víctor hay búsquedas similares... Pero la balanza está clara, y si alguien se descubrió a sí mismo ese día, o empezó a hacerlo, doy fe de que fue Hesse.

    P.D. 'La boda de ''el príncipe-espermatozoide'' y ''la princesa-óvulo''. Quizá es que soy superficial y me queda por madurar, pero me cuesta imaginar a nadie manteniendo la compostura según lee semejante unión.

    P.D II. Disculpadme, primero, por revivir el post; sé que es antiguo, pero tenía la necesidad de charlar sobre Cartarescu y no se me ocurría mejor sitio. Disculpadme, segundo, por haberme extendido tanto.

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    1. No tienes por qué disculparte, como a todo bloguero, me encanta recibir comentarios, sean largos o cortos, en posts antiguos o recientes.
      Permite que te haga una pregunta: ¿cambiaría tu valoración de Lulu si no hubieras leído antes Nostalgia? Te lo pregunto porque ése es mi caso. Creo que he leído todo lo que se ha publicado en español de Cartarescu, salvo Nostalgia. Poco puedo, por tanto, aportar a la comparación entre una obra y otra.
      No obstante, el que planteas es un problema, o simplemente una situación, bastante habitual entre los lectores. A cualquier lector que "descubra" en una de sus obras más recientes a un autor como Auster, Murakami o Vargas Llosa, por poner ejemplos de autores que, en mi opinión, publican obras cada vez de menor calidad, podemos decirle que ese autor no está diciendo nada que no hubiera dicho ya y mejor hace mucho tiempo.
      Afortunadamente para mi disfrute, leí Lulu tras haber leído únicamente El ruletista, por lo que, como señalo en la entrada, me sentí deslumbrado por la escritura. Qué alegría, por tanto, confirmar que todavía me queda un gran Cartarescu por leer y que, quizá, me hará cambiar mi opinión sobre esta novela.
      Un saludo.

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    2. Desde luego, la cronología de tus lecturas favorece a Lulu. Con esto no quiero decir que El ruletista sea un mal relato, todo lo contrario. Creo, de hecho, que es en el relato breve donde más brilla Cartarescu. Me atrevería a decir que lo mejor de Nostalgia no es su pieza central (del mismo nombre), si bien ésta es muy buena, sino el cuento que hace de introducción y el que hace de prólogo; estos son El ruletista y El arquitecto, los dos de una extensión similar y con el mismo ritmo sobresaliente. Porque el ritmo es lo que resulta milagroso mantener al tiempo que se construye una narración en torno a descripciones. De entre los escritores vivos sólo se me ocurre uno tan o más experto en escribir ligero y pesado al mismo tiempo, Cormac McCarthy. Su obra es bien distinta de la de Cartarescu, y por si no la conoces, te recomiendo La carretera y Meridiano de sangre, pero sobre todo el primero.

      El ruletista está en una tradición literaria que siempre ha dado mucho juego, la del artista extremo. Su prosa, además, es bastante menos alucinada que aquella a la que Cartarescu acostumbra. Estas dos razones, que como cuento no tenga una actitud solipsista y que sea breve y preciso, hacen de él una obra maestra, de lo mejor que he leído en relato europeo posterior a la buena época del s.XX. Cartarescu es un autor bastante egocéntrico, de ahí el solipsismo, de hecho sólo hay que citar una entrevista suya: ''El diámetro de mi mundo es el de mi cráneo''. En todo caso, es notable que, limitándose a cosa tan pequeña, sepa de tantas metáforas.

      Si leíste primero El ruletista, veo lógico que Lulu te gustase más de lo que a mí me ha gustado. Porque son ejercicios muy distintos, y al no haber arrancado el segundo con referencia de otros parecidos -los que hay en Nostalgia-, lo has disfrutado como el experimento que es respecto del resto de su obra. Con esto no quiero relativizar tu valoración, ni mucho menos. Estoy casi seguro de que haber leído a Cartarescu en el mismo orden que yo no te habría deparado mi sensación agridulce; ésta parece ser más bien rara. Es más, compré Lulu bajo la recomendación de alguien bien enterado, que lo situaba por encima de Nostalgia. Quizá debí haber elegido Las bellas extranjeras.

      Sólo me queda decirte que, a razón de estos comentarios, tienes el compromiso de leer Nostalgia. Compromiso que te conviene porque, repito, es una obra magistral en todas sus páginas. Si terminas leyéndola, acuérdate de mis comparaciones anteriores (las que establecía entre Los gemelos y demás y Lulu), y dime si no ves en ellas un mínimo acierto.

      ¡Ah!, tengo entendido que la traducción de Orbitor de Funambulista es traducción del alemán antes que del rumano. Esos apaños, traduciendo, acaban por parecerse a un teléfono roto. Es decir: por lo que sé, no debe ser muy buena traducción. ¿Qué opinas tú? Lo pregunto porque me gustaría leer ya Orbitor, y si no es por Funambulista será por Impedimenta, pero no hasta dentro de unos años, que es lo que tardarán ellos en sacar su edición, directamente traducida del rumano.

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    3. Pues ahora que lo dices, y empezando por el final, es más que probable que Orbitor fuera traducido del alemán, que es la lengua en la que está especializado el traductor. En la lectura encontré unas pocas erratas tipográficas, pero lo traducción en sí me pareció bastante buena. Aun así, ahora la pongo un poco bajo sospecha.
      Tengo, efectivamente, el compromiso de leer Nostalgia. De hecho, la tengo ya localizada en la red de bibliotecas. Lo que pasa es que tengo que pedirla, esperar a que me la traigan, y para entonces ya suelo estar enfrascado en alguna otra lectura o, peor aún, en alguna "fase lectora".
      Si no has leído Las bellas extranjeras, prepárate para disfrutar. Es de esos pocos libros con los que me he reído a carcajada limpia, sobre todo con la segunda y tercera historias.
      He leído cuatro o cinco obras de McCarthy. Meridiano de sangre me pareció una maravilla, pero La carretera me decepcionó bastante. Quizá se debió a los encendidos elogios que iba cosechando, o a que el estilo, que a tantos sorprendió, a mí no me pareció tan innovador. En cierto modo, me sucedió algo parecido a lo que a ti con Lulu.

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  8. Me ha encantado el comentario vampiril, tan fresco y contundente. Por supuesto yo busqué "ictifálico" en mi iphone en cuanto lo vi, y, como bien dices, el fallo de traducción es notorio, dada la importancia de la palabrita en cuestión en el origen de la trama. Yo entiendo que lo que su madre hacía con él de pequeño (no quiero estropear nada) tiene mucho que ver con esta palabra.
    Me pregunto qué hubiera pasado si el narrador hubiera sido un Victor ya curado, en posesión de las revelaciones que aparecen en las últimas cinco páginas sobre sí mismo, su hermana, su madre... Un Víctor que hubiera revisado sus recuerdos (Lulu, el campamento, sus delirios, su sufrimiento de adolescente) conociendo lo que en realidad sucedió en su infancia.

    Al final del libro, el encuentro de Victor con la figura de Lulu emerge en una escena bastante previsible, que no acaba de ser tan catártica como esperábamos. Es más adelante, en las últimas seis páginas, donde el narrador vive por fin la ensoñación en la que afloran las claves de su mal. Se cierra entonces la exploración que emprendió el Víctor adulto al ponerse escribir. Ha vuelto de los infiernos de sus recuerdos. Ha dialogado con el otro Víctor, a través del recuerdo de Lulu, y ha entendido, por fin quién es. Está curado. Esta precipitación en la resolución del enigma que (envuelto en una sofisticada trama argumental, discursiva y simbólica) plantea la novela es, en mi opinión, el principal punto débil del libro.

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    1. Jo, Aldara, que ganas me has dado de volver a leer este libro, porque ademas apenas me acuerdo de los detalles, ni, desde luego, de lo que suede en las seis ultimas paginas. En cuanto vuelva a Espagna tendre que ir corriendo a la biblio.
      Un saludo.

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