martes, 28 de mayo de 2013

Lucky Jim, de Kingsley Amis


Esta novela tiene un defecto grande, enorme, gigantesco, sumamente irritante y absolutamente irredimible: sus críticos, y en especial los de la subespecie "textos de contraportada".
Vamos a ver. Lucky Jim (en español, La suerte de Jim) es una excelente novela que, además, es divertida. Pero eso no quiere decir que su lectura sea una carcajada continua. Significa, simplemente, que tiene escenas que son divertidas, y algunas, incluso, muy divertidas. No obstante, señores críticos, entre una y otra hay páginas, muchas páginas, que no sólo no nos hacen reír, es que ni se lo proponen. Por eso, cuando uno la lee y se acuerda de ese "uproariously funny", ese "devastating fun" o ese "hilarious send-up", es difícil no sentirse como un tonto. De hecho, nos hicieron leer este libro en mi primer año de universidad, y creo que a todos se nos quedó la misma cara de pasmados. Con los años, la segunda inmadurez y la experiencia de haber salido escaldado, esta segunda lectura ha sido mucho más gratificante.

Amis padre e hijo

Kingsley Amis es reverenciado en Inglaterra como uno de los más grandes novelistas del siglo XX, aunque nunca llegó a tener el prestigio de, por ejemplo Graham Greene, que era, en el año en que se publicó Lucky Jim, el autor más respetado del momento. Amis nació en una familia de clase obrera, pero su buen hacer en los estudios acabaron llevándole a Oxford. Allí se afilió al Partido Comunista y conoció a Philip Larkin. Parece ser que, como persona, Amis fue bastante cabroncete: se casó de penalty con su primera mujer, pese a que había arreglado un aborto clandestino del que se echó atrás al temer por su salud. Fue un adúltero empedernido toda su vida. Pasó de ser un gran bebedor a un borrachuzo irrecuperable. También abandonó el comunismo y abrazó una ideología conservadora que ríete tú de Thatcher. Además se declaró antisemita "moderado". De hecho, creo que le sentaba mucho mejor a don Kingsley el papel de británico antieuropeo, xenófobo, abanderado de save the pound y de la privatización de todo lo público, que el de luchador por una sociedad sin clases. Si la hoz y el martillo fue un capricho, un acto de hipocresía o un compromiso posteriormente traicionado lo confirmará la lectura de Koba el temible, que rueda por casa desde hace meses. Koba el temible es el libro que escribió Martin Amis sobre el modo en que los intelectuales británicos -y sobre todo su padre- abrazaron el comunismo haciendo oídos sordos, cuando no justificándolas abiertamente, a las atrocidades cometidas por Stalin y por quienes lo precedieron. Martin no debió de tener una infancia muy fácil y, aparte de Koba, escribió Experience, una suerte de memorias que me propongo buscar, a ver de qué manera salda cuentas con su progenitor.

Fotogramas de la película (1957)

Publicado en 1953, Lucky Jim supuso una pequeña revolución en el mundo de la narrativa inglesa. En primer lugar, algunos la consideran la primera, o una de las primeras, novelas de campus. Y en segundo lugar, con esta novela Kingsley Amis se reveló, al decir de algunos, como el padre de lo que se daría en llamar los "jóvenes airados", esa generación de novelistas y dramaturgos ingleses desencantados con la intelectualmente estéril y hasta asfixiante prosperidad que trajo la posguerra. Existía, sin embargo, otro movimiento, el llamado "The Movement", liderado por el ya mencionado Larkin y del que Amis era también un miembro destacado. The Movement era un movimiento poético que nació como reacción al modernismo y que abogaba por una poesía más sencilla, convencional y tradicional. No cuesta mucho imaginar al protagonista de Lucky Jim abanderando este movimiento y rebelándose contra la poesía artificial y oscura de algunos de sus contemporáneos. En este sentido, compárese al mismo Larkin con Dylan Thomas.

La de Liverpool es la red brick university original

La historia que nos cuenta Lucky Jim es la de un mediocre profesor adjunto desencantado con su trabajo en el Departamento de Historia de una universidad "de ladrillo rojo" de las Midlands. Jim Dixon, especializado en historia medieval, encuentra en la facultad un ambiente arrogante, pretencioso y, con todas sus ambiciones intelectuales, incluso filisteo. Dixon procede del norte de Inglaterra, tierra de salvajes para los que viven al sur de Londres, y es de familia de clase media baja. Jim prefiere la música pop a la clásica, el pub a los salones, y la gente normal a los académicos. En otras palabras, Jim Dixon, al igual quizás que Amis en la Universidad de Gales, es un intruso en el mundo académico, y no le sientan nada bien la toga ni el birrete.
Dixon está atrapado en una no-relación con una mujer posesiva y neurótica, con la que asume, resignado, que acabará casándose. Es posible ver en esa relación algo vampírica de Margaret hacia Jim un paralelismo con el modo en que el endogámico, cuando no incestuoso, siempre sanguijuelesco y lobotomizante mundillo académico idiotiza, a veces con su colaboración, a tantos jóvenes profesores,  con mayor o menor talento, que deciden ingresar en él.
Algunos han querido ver en el libro un cuento de hadas, con su príncipe rana, la princesa, la madrastra y el hada madrina, pero, como muy bien dice David Lodge, el grande de la novela de campus, en su interesantísimo ensayo "Lucky Jim revisited", esa simplificación sería injusta. La historia del triángulo Jim-Margaret-Christine es, pese al carácter algo estereotipado de esta última, bastante más complejo de lo que la etiqueta cuento de hadas nos daría a entender.


En esencia, Lucky Jim nos habla de un antihéroe que se rebela contra la brillante e ilustrada estulticia del mundo académico. A diferencia de otras novelas de los Jóvenes Airados, no estoy tan seguro de que nuestro héroe se rebele contra el destino de su clase. Su discurso de izquierdas no es especialmente sofisticado ("si un hombre tiene diez panes y otro tiene dos...") y, pese a simpatizar abiertamente con la clase trabajadora y detestar la pomposidad de las clases altas, Jim no es precisamente un idealista. Recordemos que su lema personal es "nice things are nicer than nasty things", es decir, las cosas buenas son mejores que las cosas malas. Todo el mundo prefiere tener dinero a no tenerlo. Todos los hombres prefieren una chica guapa a una que no lo es.
No, Jim no se rebela contra el destino de los de su clase social. Y tampoco estoy seguro de que quiera salir de ella. Quizá el verdadero acto de rebeldía de los Jóvenes Airados fue perder los complejos ante los toffs, plantarles cara y ridiculizarlos.


El carácter cómico de Lucky Jim no se debe exclusivamente a los gags, muchos de los cuales son, de hecho, de un humor más simple y "visual" de lo que muchos asocian con el "humor británico". (Sin embargo, como muy bien nos dice Lodge, ese estilo de humor basado en la farsa y en la violación de los códigos de conducta tenía antecedente en Wodehouse, Waugh, dickens y se remontaba a la comedia isabelina). Es sobre todo en el uso del lenguaje que hace Amis donde se muestra el genio cómico de la novela. Con frecuencia Amis va más allá de la simple ironía y nos deleita con perlas de humor negro, con ese sarcasmo tan ofensivo que a los ingleses tan bien se les da, y sobre todo con el brutal contraste entre la vulgar farsa y el lenguaje exquisito que se emplea para narrarla, algo que me ha recordado mucho al inimitable catálogo de frases y citas de Black Adder.


Resulta sumamente significativo que uno de los problemas que acucian a Dixon sea la conferencia que, al principio de la novela, el plasta del Profesor Welch le encarga que escriba y pronuncie. Dicha conferencia debe versar sobre uno de los temas favoritos de Welch, y se trata ni más ni menos que de Merrie England, es decir la Alegre Inglaterra, una especie de arcadia que nunca existió y que encarna los valores quintaesencialmente ingleses de la vida en la campiña, el yorkshire pudding, las hazañas de Robin Hood, los tejados de paja o los cuentos de Beatrix Potter, un mundo idílico reflejado todavía hoy en mantelitos y bandejas para el té, y que se situaba entre la Edad Media y la Revolución Industrial. Con la industrialización del país, el crecimiento de las ciudades, el desarrollo del ferrocarril y la primera gran crisis del mundo rural, la Alegre Inglaterra acabó de irse al carajo, y la nostalgia por aquel mundo soñado y perdido se desbocó en la literatura del romanticismo y en la sociedad victoriana. En esta última, los cuentos para niños, así como las ilustraciones que solían acompañarlos, retrataban a la perfección ese añorado mundo pre-industrial. El Profesor Welch, que, recordemos, es catedrático de historia, le pide a Jim que pronuncie un discurso reivindicando esos valores alegremente ingleses, aquel  edén de jardines con fresales y melocotoneros, aquellos salones de té y scones, aquella sociedad de tejones con gafas y comadrejas chaqueteadas, aquellos valores, en suma, entonces amenazados, entre otras cosas, por el gobierno laborista. Pues bien, no os quepa duda de que jamás hubo locomotora traumatizante de vacas, humeante fábrica, mina de carbón ni diabólica spinning-jenny que pusiera fin a Merrie England de manera más bestial y definitiva que  la conferencia que Jim Dixon pronuncia hacia el final de la novela y que, de manera irónica, le ayudará, por fin, a tener suerte y "cosas buenas".

Si no eres capaz de cabrear a nadie con lo que escribes, no vale la pena escribir.


sábado, 18 de mayo de 2013

Tristán e Iseo


Con la lectura de Tristán e Iseo, he llegado a la conclusión de que los clásicos tenían un problema de márketing. Y no se trata sólo de esa vacilación e inconsistencia al darle un nombre a su producto (la conocida Isolda es en la edición de Alianza Iseo, mientras que en otros lugares es Isode, y aún hay más versiones), sino, sobre todo, de que no nos venden lo que nos dicen que nos venden.

Esto es lo que vemos en el envase.


Y esto, lo que nos encontramos al abrirlo:

Drystan & Esyllt, de Jérôme Lereculey

Bien mirado, quizá no se trate tanto de un problema de márketing como de una estafa, pura y llanamente. Porque a ver, uno compra algo pensando que va a leer un peñazo medieval de amor cortés y ciervos asaeteados, y se encuentra con dragones, batallas, gigantes, enanos, reyes cornudos, héroes de incógnito, leprosos, mujeres fatales y hasta el Rey Arturo que pasaba por ahí. En definitiva, uno se siente felizmente estafado.

Esbozar un análisis siquiera mínimamente informado e informativo sobre esta obra es algo que escapa completamente a mi capacidad. Para empezar, los orígenes de la leyenda se remontan desde la neblina de Cornualles hasta las Tierras Altas de Escocia, pasando por mis verdes valles de Gales o las costas de Irlanda y Bretaña. Y no son pocos los que, por el contrario, sitúan dichos orígenes en Persia. Existen además varias versiones de la obra, aunque éstas pueden resumirse en dos tradiciones principales: en primer lugar, las más antiguas, de los franceses Béroult y Thomas de Bretaña, que no nos han llegado completas. Y en segundo lugar, la que surge del Tristán en prosa, escrita a mediados del s. XIII y que dos siglos más tarde proporcionaría a Thomas Malory el material con el que escribió una parte de La muerte de Arturo. A estas versiones se unen dos versiones alemanas, de Eilhart von Oberg y Gottfried von Strassburg, que difieren de las anteriores en muchos aspectos clave. Y por lo visto Chrétien de Troyes también escribió su propia versión, que se perdió.

El trozo de espada encaja, revelando así la identidad de Tristán

Parece, pues, misión casi imposible establecer el origen preciso de la leyenda, dado que ésta, contada en incontables versiones desde tiempo inmemorial y a lo largo y ancho de toda Eurasia, incorpora elementos no sólo celtas, germanos o persas, sino también de la mitología grecolatina. Ahí está, por ejemplo, la historia de Frocín, el enano felón, que revela a los barones el secreto del rey Marcos sin quebrantar su juramento de fidelidad. ¿Cómo? Pues introduciendo la cabeza en un hoyo y gritando el secreto a las raíces un espino blanco, un episodio calcado de la historia del Rey Midas.

No obstante, sí parece ser que existió un príncipe picto llamado Drust, que vivió en Escocia sobre el año 720 d.C., y que al salvar a una princesa de las garras de unos piratas dio origen a la leyenda del Morholt, el gigante que cada cinco años se cobraba de Cornualles el tributo de trescientos jóvenes y otras tantas doncellas.

El enano felón echando harina al suelo (Joseph Bedier, 1927)

Con tantas versiones diferentes de la historia, me da una pereza enorme intentar resumir el argumento. En líneas muy generales, trata, como resulta fácil imaginar, del amor entre Tristán, el héroe matagigantes y cazadragones, e Iseo (Isolda...), hija de los Reyes de Irlanda Anguis e Iseo. Merced a sus gestas, Tristán consigue la mano de la joven Iseo para su señor, el Rey Marcos de Cornualles. Pero en el viaje que los lleva de vuelta a su tierra, Brangel, doncella de Iseo, les da a beber del filtro de amor que la princesa debía beber en el lecho junto a su esposo y que les haría amarse "de suerte que nadie podrá sembrar la discordia entre ellos".

Iseo navegando en busca de Tristán (Evrard d'Espinques)

Pasa lo que pasa y, para intentar arreglar el estropicio, la buena de Brangel, en la noche de bodas de Marcos e Iseo, se acostará con el Rey haciéndose pasar por su señora, en un episodio muy parecido al que vimos en los Nibelungos, cuando Sigfrido decide echarle una manita a Gunter. Como suele suceder en estos casos, el rey siempre es el último en enterarse, y pese a que los enemigos de Tristán se chivan a su majestad continuamente, los dos amantes casi siempre consiguen pergeñar alguna argucia que los saque del apuro. Pero todo, incluso la ingenuidad del rey, tiene un límite.

Iseo, a punto de ser quemada viva (William Russell Flint, 1927)

Sabido es que el Romanticismo tomó la Edad Media como inspiración y motivo, y que centró la búsqueda de su particular grial sobre todo en el género del romance caballeresco, de donde acabaría tomando el nombre. No es de extrañar, por tanto, que la historia de Tristán e Isolda cautivara a los románticos, fascinación que fue más acusada si cabe en el movimiento pre-rafaelita. Esta revitalización de la leyenda culminó en la ópera de Wagner, que se ha convertido para muchos en su primer referente.

La liebestod de Isolda

Aparte de la influencia que tuvo la leyenda sobre la imaginería del Romanticismo, nuestra época actual está en buena medida marcada por el concepto del amor romántico, concepto que se desarrolló en el siglo XIX a partir de romances como el Tristán. Desconozco si existe una definición precisa de ese amor romántico, aunque supongo que es, por poner un ejemplo, aquél donde la incontenible fuerza del amor se opone y triunfa sobre el matrimonio de conveniencia entre dos familias. Sin embargo, uno de los motivos clave, y que parece repetirse de manera invariable en todas las versiones, es que el amor entre Tristán e Iseo, que al principio no se gustan demasiado, nace única y exclusivamente del filtro de amor, la poción mágica que Brangel les da a beber y que los condena a amarse. (En unas versiones, como la de Alianza, Brangel les da a beber del filtro por error, mientras en otras versiones lo hace sin querer queriendo. Asimismo, puede variar la duración de sus efectos, de tres años a toda la eternidad.)

El Tapiz de Tristán, que se puede ver un día al año en la Abadía de WIenhausen. Aquí vemos la historia hasta el fatídico momento en que Tristán e Iseo beben del filtro de amor

Probablemente, las palabras "romance" y "romántico" son unas de las más maltratadas de la historia. Al respecto de las infraliterarias "novelas románticas", dice un personaje en una novela que he leído recientemente:

Me refiero a que no son romances, ¿verdad? No en el sentido estricto de la palabra. Son simplemente versiones bastardas de la novela sentimental de cortejo y matrimonio que empezó con Pamela, de Richardson. (...) El verdadero romance es una forma narrativa anterior a la novela. Está llena de aventuras y coincidencias y sorpresas y maravillas, y tiene muchos personajes que están perdidos o encantados, o que van por ahí buscándose unos a otros, o el Grial, o algo así. Y a menudo, claro está, se enamoran...

Sabias palabras, pardiez, que además de definir perfectamente el tipo de obra que es el Tristán, acentúan esa discrepancia entre lo que se supone el origen del romaticismo y esa cosa llamada "amor romántico". Personalmente, se me ocurren pocas ideas menos "románticas" que dos amantes que se enamoran tras beber un filtro de amor. En ese sentido, el Tristán parece estar más cerca de la ciencia-ficción que del siglo de Goethe, Byron, Pushkin y compañía. ¿Dónde está la grandeza del amor si en realidad es el resultado de la ingesta de un brebaje?

Trsitán loco, de Dalí

Nos dice Alicia Yllera en la excelente introducción que el filtro es precisamente lo que confiere al amor entre nuestros sufridos amantes los rasgos que lo distinguen del amor cortés. Evidentemente, lo que atraía a los románticos de la historia de Tristán e Iseo no era tanto la naturaleza de su amor como la visión del amor como condena, así como el destierro social que sufren nuestros héroes por su relación, y el inevitable fatal desenlace al que ésta los conduce.
Iseo se lamenta ante el cadáver de su amado

Los ecos de la historia se multiplican sin cesar a lo largo de los siglos, y en más de un momento, tenemos la sensación de estar leyendo otro libro. Hay un episodio en el que Iseo, con la excusa de que no se quiere mojar al cruzar un río, se sube a caballo sobre un Tristán disfrazado de malato (leproso). Luego jura a su marido el Rey que él y ese malato que la ha ayudado a cruzar el río han sido los únicos hombres que ha habido jamás entre sus piernas, un ejemplo de ingenio y engaño que nos recuerda, por ejemplo, al Decamerón. Otros episodios, como el de la trampa con harina para que los amantes se delaten por sus huellas, son claramente folclóricos, como lo es también el cabello dorado que unas golondrinas traen al rey. Y qué decir de los árboles que nacen de las tumbas de los amantes y enlazan sus ramas. La impresionante carga simbólica, folclórica e histórica de la obra producen, una vez más, una lectura tan fascinante como amena.

En fin, cualquier estudio de la leyenda de Tristán e Iseo está condenado a perderse en infinitas ramificaciones por allí donde la literatura se funde con la antropología, la historia y la psicología. El bloguero diletante siente un vértigo acongojante ante la idea de intentar abrir por ahí un camino más o menos desbrozado, y por ello prefiere limitarse a una advertencia al lector: si no quieres pasártelo pipa con las mil y una aventuras de una obra que ha marcado buena parte de la literatura, la música y el arte universales, más te vale no leer este libro. Sería como beber del filtro de amor que condenó a Tristán e Iseo (o Isolda).

Ilustración de Vitali Volovich

domingo, 5 de mayo de 2013

Un mundo aparte, de Gustaw Herling-Grudzinski


La literatura del horror, aquélla que salió de los campos de concentración nazis, de los horrores de la guerra, o del gulag soviético, constituye un género en sí mismo. Cuando reseñé, hace ya tiempo, La noche, de Elie Wiesel, me pregunté hasta qué punto se puede juzgar la calidad literaria de una obra cuyo valor principal es su calidad de testimonio; una obra que, por muy bien escrita que esté, no sería nada si lo que nos contara no fuera la verdad de la experiencia. No llegué a ninguna conclusión, pero me apetecía repetir mis sesudas reflexiones.

Dicho lo cual, añadiré que con Un mundo aparte, la respuesta está clara: además de ser un impresionante documento, y estar extraordinaramente bien escrito, va más allá del libro de testimonio o de historia, y, como dice Semprún en el prólogo, este libro "es literatura. Lleva el sello, la firma, la huella que no traiciona a un verdadero escritor. No solamente es sincero y auténtico en lo que se refiere al contenido histórico (...). Es auténtico también con respecto a las formas de la literatura, a los valores, orales y culturales de una relación transparente, compleja y rica con la literatura".

La típica "foto del autor" en la Unión Soviética

A principios de 1939, La Unión Soviética entró en negociaciones con Gran Bretaña, Francia, Polonia y Rumanía con el fin de establecer una alianza contra la Alemania nazi. Las negociaciones fracasaron cuando la Unión Soviética exigió derecho de tránsito para sus tropas a través de los territorios polaco y rumano. Como un amante despechado, los rusos firmaron entonces el Pacto Ribbentrop-Molotov, el infame tratado de no agresión entre nazis y soviéticos. Una semana después de la firma del tratado, el ejército del Tercer Reich invadía Polonia desde el norte, sur y oeste. El este se lo dejaban a la Unión Soviética, que el 17 de agosto invadió y se anexionó esos territorios. Más de 200.000 polacos fueron capturados y hechos prisioneros de guerra. En 1940 Herling-Grudzinski, que formaba parte de una organización de la resistencia polaca y luchaba contra los alemanes, fue arrestado por la NKVD y enviado a Siberia por espionaje.

Un barracón de mujeres en un campo de trabajo

Publicado en Gran Bretaña diez años antes que Un día en la vida de Iván Denisovich, Un mundo aparte fue uno de los primeros libros sobre el gulag. Al igual que la obra de Solzhenitsin, este libro fue denostado por los prosoviéticos y democráticamente censurado, por el daño que podía causar a los comunistas, en países como Italia o Francia, donde no se publicó hasta 1985. La sombra de Sartre era alargada. La dignidad, muy corta.

Ser enterrado en vida con suficiente aire para respirar y alargar tu agonía, ser lanzado a un pozo y vivir de los huesos roídos que te lanzan de vez en cuando, tal era la vida de los prisioneros del gulag. De hecho, creo que me quedo corto, dado que además de ese suplicio, los presos tenían que dejarse la vida trabajando un mínimo de doce horas al día, a una temperatura que en invierno no subía de -30º, y vestidos con harapos. No sorprenderá que las referencias a Apuntes de la casa muerta sean constantes. De hecho, cada capítulo se abre con una cita del libro de Dostoievski, evidenciando así, si es que hacía falta, que ochenta años y una revolución más tarde, nada había cambiado en Rusia.

Los niños del gulag, hijos de traidores a la patria

La vida -por decirlo así- en el campo estaba regida por una combinación del refinado sadismo soviético (condenas a diez años que el último día de cumplimiento son prorrogadas otros diez) y la brutalidad más animal. En la jerarquía del gulag, el preso político sólo estaba por encima del moribundo, ese que ya no sirve para trabajar y que, desahuciado, es enviado al Mortuorio, un barracón donde ya no se les obliga a trabajar, y se les deja pudrirse entre escorbuto, pelagra y simple inanición. Por encima de los presos políticos estaban los delincuentes comunes, de los cuales sólo unos pocos, los que demuestren ser reincidentes y completamente inservibles para la vida en libertad, alcanzan la categoría de urka. Éstos, junto con los bezprizornys, delincuentes menores de edad, formaban "la más temible de las semilegales mafias rusas".

El urka es toda una institución en el campo, el segundo cargo más alto después del jefe de guardia; es él quien decide sobre el valor y la corrección de pensamiento de los miembros de su brigada; a menudo se le encomiendan funciones de la máxima responsabilidad, asignándole, en caso de necesidad, un ayudante (...), por sus manos pasan todos los "capullitos", muchachos no iniciados en el sexo, recién llegados antes de que acaben enlas camas de los jefes oficiales (...). Se trata de hombres que piensan en la libertad con la misma repulsión y el mismo miedo con que nosotros pensamos en el campo.

Soy espía inglés, francés, americano, japonés, italiano, alemán, y de algún otro país...

El libro es una amalgama de memorias, ensayo, historia y relatos, aunque estos últimos están siempre basados en  hechos reales. Hay episodios espeluznantes, como "Caza nocturna"; donde el autor es testigo de una violación en grupo, y de la posterior relación de dependencia, casi de idolatría, que se establece entre la víctima y el líder del grupo.
En todos los episodios, los retratos de los prisioneros son excelentes y sus historias, desgarradoras. Una de ellas es la del prestiogioso actor Mijaíl Stepánovich V:

Había en él la humildad de un hombre educado para obedecer y respetar cualquier poder: la disciplina de un ciudadano modelo. Incluso cuando me contaba que lo habían detenido en 1937 por acentuar exageradamente en una película la nobleza de un boyardo de Iván el Terrible, no se permitió esbozar una sola sonrisa, ni siquiera la más leve, y en su rostro se dibujaba la misma gravedad que si relatase un auténtico crimen. "Han hecho lo correcto, Gustaw Yosífovich -repetía-, han hecho lo correcto."

Niños trabajando en la Prisión de Solovki (1933), que Solzhenitsin llamó "la madre del Gulag"

Una de las historias más estremecedoras es sin duda la de Mijaíl Alekséivich Kóstylev, un comunista hasta la médula. Para su mal, Kóstylev descubrió un buen día la literatura, y tras conocer a Flaubert, Musset o Constant, "descuidó sus estudios, se saltó varias reuniones del partido, [y] se encerró en sí mismo."

Caí enfermo de añoranza de algo indefinido -me decía mientras acariciaba con la mano sana su angulosa cabeza rapada-, respiré un aire diferente, como alguien que, sin saberlo, había vivido ahogándose durante toda su vida.

Esta afición por la literatura extranjera lo lleva al arresto y a dar con sus huesos en el campo de Yértsevo. Kóstylev es una de las incontables víctimas de la revolución traicionada, uno de tantos miles de entusiastas idealistas y devotos marxistas cuya fidelidad fue recompensada por el Partido con la tortura, las palizas, la confesión ficticia, el exilio siberiano y la muerte en vida. Pero Kóstylev, como el inolvidable Rishik de El caso Tuláyev, es más fuerte que ellos. No está dispuesto a entregarles su trabajo ni su sudor, y para ello esta dispuesto a... El capítulo dedicado a él se titula "La mano en el fuego".


La suerte de Herling-Grudzinski cambió el día que Hitler le obligó a Stalin a quitarse la venda de los ojos. Con la invasión de Rusia, de la noche a la mañana los alemanes pasaban de ser aliados a enemigos, y un mes más tarde decenas de miles de prisioneros polacos se veían favorecidos, en virtud del Acuerdo Sikorski-Mayski, con la amnistía. Esta amnistía, no obstante, fue muy sui generis, y de hecho en muchos casos no llegó a aplicarse. Cuando Grudzinski se dio cuenta de que, en su caso, el acuerdo se convertía en agua de borrajas, decide, junto a un grupo de prisioneros polacos, iniciar una huelga de hambre con el fin de forzar a la dirección del campo. La huelga de hambre, huelga decirlo, implica también la negativa a trabajar.

La negativa a trabajar se castiga con el fusilamiento instantáneo, sin juicio; en algunos campos se desnuda por completo al preso y se lo deja a la intemperie hasta que da su brazo a torcer o bien hasta que muere.
Una de entre los millones de historias del gulag

Probablemente a Grudzinski lo salvó su condición de polaco, así como el nerviosismo y desconcierto que el inicio de la Guerra Ruso-Alemana habían sembrado entre los oficiales soviéticos. Encerrado en la celda de aislamiento, se negó a abandonar la huelga de hambre hasta que se le permitiera escribir una carta al representante de Polonia ante el gobierno soviético. Se lo jugó todo a una carta y le salió bien. Tras dos años en el gulag, le permitieron abandonar el campo (el término liberación tendría aquí unas connotaciones casi sarcásticas). Se despide de sus compañeros, a los que sabe que jamás volverá a ver con vida.

Yo me sentía fatal. Dante no sabía que no existe en el mundo sufrimiento mayor que experimentar la dicha ante los desdichados, que comer en presencia de los hambrientos. Los abracé en silencio.

Y todavía queda su regreso a la sociedad, su relación con una estalinista de pro que le dice que su experiencia es mentira yque en la URSS no se hacen esas cosas, y su integración en uno de los regimientos formados por los antiguos presos polacos.
Un mundo aparte es apasionante y estremecedor de principio a fin, y el epílogo, en el que el autor nos narra su encuentro en la Roma liberada con un antiguo compañero de barracón, es tristísimo, desolador y magistral. Como documento histórico, este libro no tiene precio, pero son escenas como ésta lo que hacen de él una gran obra literaria.


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