jueves, 27 de octubre de 2011

El gambito del diablo, de Yakov Braun


La monstrousidad del estalinismo suele medirse en millones. Millones de víctimas de hambrunas, condiciones inhumanas en campos de trabajo, y represión. Pero lo que nunca podrá cuantificarse es el alcance del holocausto cultural que se llevó a cabo a lo largo de décadas, y en especial desde los años 32 al 37, los conocidos como años del terror. 
Hace unos años, el periodista ruso Vitali Shentalinski tuvo el privilegio de ser el primer periodista en tener acceso a los archivos del KGB. Años más tarde, y fruto de aquella labor de investigación, publicó una impresionante trilogía sobre la persecución de miles de intelectuales en la época estalinista. En esa documentadísima trilogía, podemos leer los casos de cientos de escritores e intelectuales de los que jamás habíamos oído hablar. Pues bien, el nombre del autor que nos ocupa, ejecutado en aquel terrorífico año de 1937, no aparece por ninguna parte. De hecho, estamos hablando de un autor prácticamente inédito, no ya en España (donde sólo se ha publicado en catalán, bravo por Edicions de 1984), sino en su propio país.

Yakov Braun existió

No se sabe con certeza su fecha de nacimiento, aunque parece que fue en 1889, en la ciudad ucraniana que hoy es Kirovogrado. Se tiene constancia de que empezó sus estudios superiores (¿de música? ¿de derecho?) y que tuvo que interrumpirlo a raíz del estallido de la Primera Guerra Mundial. De vuelta a su país, se adhirió al partido social-revolucionario, y jaleó el advenimiento de la revolución. Fue amigo de Mayakovski y se dedicó a la crítica literaria. Un comentario inoportuno en una velada homenaje a un político del momento significó su condena. Desde entonces, comenzó el trágico y consabido peregrinaje de detenciones y traslados forzados. Malvivió con trabajos aquí y allá y nunca dejó de escribir, pero apenas si vio un par de relatos publicados en alguna revista. En 1933 lo volvieron a arrestar y fue expulsado de Moscú. Cuatro años más tarde fue arrestado por última vez, acusado de pertenencia a organización terrorista, y lo obligaron a implicar a quince personas más. Fue ejecutado el 17 de diciembre de ese año, y rehabilitado en 1956. No se ha recuperado de su obra, hasta el momento, más que estos tres relatos, gracias al tesón de su hija y la ayuda de una investigadora. Y hasta la publicación de estos relatos en Francia, jamás había sido publicado en forma de libro.
No deja de maravillarme que todavía puedan darse casos como éste, en que un autor tan interesante como éste es publicado por primera vez setenta años después de su muerte. Recuerda un poco al caso de Irene Nemirovski, recientemente recuperada para la literatura, aunque con la gran diferencia de que, si bien pasó décadas en el olvido, Nemirovski fue en su día una autora de gran prestigio. 
El libro consta de tres relatos, "Los Viejos", "El gambito del diablo" y el brevísimo "Los ojos". Se trata de unos relatos con un estilo personalísimo, constantes repeticiones, un vocabulario poético y cultamente costumbrista, un ritmo desenfrenado, donde el autor parece dirigirse directamente al lector y en la línea siguiente pensar por escrito, y donde impera una negra fantasía y las palabras pierden a veces la razón, saltan de la página y revolotean alrededor de los personajes. Se trata de una literatura mucho más próxima a la tradición yiddish que a la rusa, con imágenes dignas de Chagall y un lenguaje y una fantasía que me han recordado en muchos momentos a Bruno Schulz.
El libro toma el título del segundo relato, y en él el diablo se presenta en un bar donde el protagonista, Pinkhos, un viejo relojero judío que perdió a su mujer e hija en un pogromo, es el indiscutible rey del tablero de ajedrez. Es un relato oscuro y enigmático, con un planteamiento y desarrollo perfectos, y con un final desquiciado y frenético, muy parecido en el ambiente que se recrea al final de The fixer.


El primer relato, absolutamente magistral, "Los viejos", comienza con una descripción, hermosa pero donde se respira la tragedia, de la vida sencilla, humilde y feliz de dos ancianos con pocas preocupaciones más que la tienda del marido y las mermeladas de la esposa. Su vida dará un vuelco el día que estalla la guerra y su único hijo es reclutado para partir esa misma tarde al frente.
El argumento es tan sencillo como rico y sugerente es la forma en que se narra. Los ancianos siguen su vida normal, con un forzado optimismo y una voluntaria ceguera que me ha recordado a Badenheim 1939, de Aron Applefeld, la historia de una comunidad judía que se niega a aceptar la evidencia del genocidio que los va a devorar, así como al inolvidable cómic (en mi infancia no existía la novela gráfica) Cuando el viento sopla. Al cabo de unos meses de estar en el frente, donde no iba a luchar sino a tocar la corneta, el hijo, David, muere. Miriam-Toibe, la madre, es la primera en recibir la fatídica carta, pero decide seguir al pie de la letra las últimas palabras que oyó de su hijo, a saber, que siguieran celebrando el sabbath con música, baile y alegría. Miriam le ocultará la terrible noticia a su marido. Éste, por su parte, se enterará de la muerte de su hijo por otra fuente, y decide ocultársela a su mujer para evitarle el sufrimiento.
El resto de esta tragedia con planteamiento de vodevil es una inolvidable historia que nos hace lamentar aún más, si cabe, todo aquello que se perdió con los millones de vidas humanas.

viernes, 21 de octubre de 2011

Recreaciones, de Yuri Andrujovich

Mientras leía este libro me preguntaba si Andrujovich sería un escritor muy popular en su país, Ucrania. Tras haber indagado un poco más por la red, poco me ha sorprendido averiguar que conocido, desde luego, lo es, pero popular, lo que se dice popular...
Recreaciones provocó un cierto revuelo en el mundo literario ucraniano, revuelo que por lo visto fue mayor con Doce anillos, escrito casi diez años después y que todavía no he tenido ocasión de leer. El libro fue escrito en septiembre y ocutbre de 1990, es decir, en el ocaso de la Unión Soviética. Me emociona saber que cuando Andrujovich se ponía a escribir este libro, yo llegaba a Moscú para vivir in situ, sin saberlo, el último otoño e invierno soviéticos, aunque me temo que era demasiado joven para ver que, más allá del vodka y las вечеринки, había mucho jugo que sacar a la experiencia.
Me imagino que el nacionalismo en Ucrania sufre de un pequeño defecto de fábrica, a saber, que Rusia nació en Kiev, capital de Ucrania, y que, todavía hoy, se conoce a ésta como "la madre de Rusia". Además, el ruso sigue siendo la primera lengua de un porcentaje significativo de la población, y existen muchos ucranianos (por lo menos entre las generaciones de 30 o 40 años para arriba) que no saben hablar la lengua oficial del país. Recuerdo haber leído en algún foro ruso que un destacado político (no recuerdo si el presidente, el primer ministro o el ministro de cultura) no sabía hablar la lengua correctamente.
Andrujovich refleja perfectamente esta necesaria contradicción nacional. En su defensa del ucraniano, ha llegado a definir la lengua rusa en Ucrania como "la lengua de música pop y jerga criminal", al tiempo que rechaza que le coloquen la etiqueta de "nacionalista". Se declara ferviente defensor de la cultura ucraniana a la vez que... escribe Recreaciones.


Recreaciones, aparte de original e interesante, es uno de los libros más divertidos que he leído en los últimos meses. La historia tiene lugar en Chortópil, ciudad imaginaria cuyo nombre significa "Campo del diablo", y hacia ella se dirigen cuatro poetas, invitados a los grandes fastos del festival del Espíritu Renaciente. Uno de ellos, Martoflak, es uno de los grandes poetas nacionales, que actúa también como padre espiritual y mentor de los otros tres. Llegados a Chortópil, comienza una bacanal de alcohol y mujerzuelas y desvaríos sobre política y literatura en la que no se deja títere con cabeza, aunque es el nacionalismo el gran blanco de la corrosiva sátira del autor. Más concretamente, y para ser justos, el autor se ceba en todo lo que rodea al nacionalismo, es decir la palabrería hueca, la exaltación de símbolos, y la importancia del gesto, la apariencia y lo adjetivo por encima de la intención, la esencia y lo sustantivo. 
En una Ucrania que empezaba a entrever el final del túnel soviético y a vislumbrar la posibilidad de emprender el camino hacia la recuperación cultural, esta burla del Espíritu Renaciente no sentó demasiado bien. Y aunque lo verdaderamente despiadado son las críticas al estado soviético y en su sátira del nacionalismo ucraniano no deja de advertirse un profundo amor por su cultura y su tierra, es obvio que el nacionalismo no se lleva bien con personas como Andrujovich, que no se casan con nadie  y se empeñan en burlarse de lo que, de manera a menudo arbitraria y absurda, se decide convertir en un sagrado símbolo nacional. 

¿Héroe nacional ucraniano?

Tomemos como ejemplo a Stepan Bandera, personaje de la historia reciente del país, que inspira el nombre y el carácter de uno de nuestros poetas. Bandera se convirtió en los años 30 en el líder del movimiento nacionalista ucraniano, y entre 1939 y 1941 colaboró activamente con los nazis. Asesinado en 1959 en Munich por la KGB, fue declarado a título póstumo Héroe Nacional por Víktor Yushchenko, honor que provocó fuertes críticas dentro del país y a nivel internacional y que le fue retirado casi inmediatamente por el nuevo presidente Yanukóvich. Hoy Bandera sigue siendo recordado en numerosos monumentos a lo largo y ancho del país, y se ha convertido en un icono de los movimientos neonazis. El personaje de Recreaciones vagamente inspirado en él protagoniza una de las escenas más memorables de la novela, una serie de páginas oscuras, enigmáticas y conmovedoras, en las que lo vemos vestido de cosaco, recordando la deportación que sufrió su padre y contemplando desolado la degradación de la tierra donde éste creció. Como el mismo autor, como Ucrania misma, nos movemos de un extremo a otro y concluimos que ante la imposibilidad de juzgar y llegar a la verdad, más nos vale reírnos y emborracharnos.

De allí pasamos a otras páginas magistrales, por ejemplo aquéllas donde nos encontramos con el diablo en persona, en una escena grotesca y terrorífica que me ha recordado mucho a aquella de la mansión en Eyes Wide Shut. Y terminamos con una espectacular e inolvidable farsa final, de la que no pienso revelar nada. 
Recreaciones es, en suma, un libro sencillo de leer y muy divertido, a la vez que una obra compleja e inteligente en la que, como sucede con la buena literatura, el lector sale con más dudas que certezas. Calentando motores para Doce anillos, que, por lo menos en extensión, parece una obra de más calado.

Nota final: invito a mi lector ucraniano a que haga las puntualizaciones pertinentes y corrija las probables incorrecciones en las que servidor pueda haber incurrido.

lunes, 17 de octubre de 2011

Canciones rusas, gitanas y gitanas rusas


Si no lo es ya, la música gitana de Rusia debería ser Patrimonio de la Humanidad. Todo el mundo conoce "Ojos negros", un innegable clásico universal, pero hay vida más allá de esa canción. Empecemos con "Gypsy street", una de las maravillas de Loyko de su álbum Gypsy times for Nunja. Creo que cantan en romanó. Por lo menos eso espero, porque no entiendo ni papa.


Hermosa y tristísima, la siguiente es una balada popular cosaca. No es gitana, pero como ya tenía el vídeo montado, pues lo cuelo aquí y no pasa nada. Está interpretada por el grupo ucraniano Iva, que me hizo el favor de quitar en esta versión los versos más difíciles de traducir.


    Черный ворон

Черный ворон, черный ворон
Что ты вьешься надо мной
Ты добычи не дождешься
Черный ворон, я не твой

Что ты когти распускаешь
Над моею головой?
Иль добычи себе чаешь?
Черный ворон, я не твой!

Полети в мою сторонку,
Скажи маменьке моей,
Ты скажи моей любезной,
Что за Родину я пал.

Отнеси платок кровавый
Милой любушке моей
Ты скажи - она свободна
Я женился на другой

Черный ворон, черный ворон
Что ты вьешься надо мной
Вижу смерть моя приходит
Черный ворон весь я твой
Черный ворон, черный ворон

Negro cuervo
Negro cuervo, negro cuervo
¿por qué das vueltas sobre mí?
¿acaso esperas a tu presa?
Negro cuervo, yo no seré tuyo

¿Por qué extiendes tus garras
sobre mi cabeza?
¿Estás desesperado por conseguir tu presa?
Negro cuervo, yo no seré tuyo

Vuela a donde están los míos
y dile a mi madre,
dile a la que más quiero
que he caído por la Patria.

Llévale entonces a mi amada
mi pañuelo ensangrentado,
y dile que ahora es libre,
pues me casé con otra.

Negro cuervo, negro cuervo,
¿porqué das vueltas sobre mí?
veo mi muerte que se acerca,
negro cuervo, soy todo tuyo.

La verdad es que la siguiente cantante, Valentina Ponomareva, no es una de mis preferidas, debido a su excesiva querencia a engolar la voz y hacer gorgoritos. Por eso me encanta este tema, porque por una vez Ponomareva vence sus malos hábitos y canta con una voz de niña gamberra que dan ganas de subirse con ella a una caravana y cruzar la estepa hasta Vladivostok.
La letra de la canción, que no me apetece traducir del inglés, romanó puro y duro.




Nane tsokha, nane gad,

Me kinel mange yo dad!
Syr vydtjava palorom,
Me kinel mange yo rom!
Dado, kin mange chenya,
O chenya sumnakune.
Na kinesa o chenya,
Na beshava dro chaya!
Zageyom me drey da sado,
Zriskirdyom me tzveto,
Prekirdyom ke les shero,
Te kames miro ilo.
Nane tsokha, nane gad,
Me kinel mange yo dad!
Syr vydtjava palorom,
Me kinel mange yo rom!
I’ve no sweater, no blouse,
My father can buy them for me!
If I get married,
My husband can buy them for me!
Daddy, buy me earrings,
Earrings of gold.
If you won’t buy the earrings,
I won’t stay a maiden!
I went into a garden,
I picked a flower,
I fixed it to my head,
So you would want my heart.
I’ve no sweater, no blouse,
My father can buy them for me!
If I get married,
My husband can buy them for me!

Ahora, una voz impresionante, ronca, apasionada, con aroma a vodka y tabaco. Se trata de otra ilustre gitana petersburguesa, Lida Goulesco, que, para mi gusto personal, fue la más grande representante de este tipo de música. Desgraciadamente, y a diferencia de Loyko o Ponomareva, de Goulesco circulan poquísmas canciones por internet, pero las pocas que hay son maravillas como ésta.


Y si queréis verla en acción, aquí tenéis. No sólo una grandísima voz, sino un magnetismo y carisma que sólo tienen los elegidos. ¡Dónde está la caravana, que me voy!





Y ahora, la guinda. No os lo perdáis, porque os va a encantar. El gran Yul Brynner, a la guitarra y cantando con enorme talento, junto a su amigo Aliosha Dmitrievich, una de las leyendas de la música gitana de Rusia.
Su amistad se remontaba a los años 30, cuando se conocieron en un cabaret parisino al que solían acudir los emigrantes rusos. Una noche actuaba allí Dmitrievich con su familia, y Brynner, que era de madre gitana (y llegó a ser Presidente Honorario de la Unión Romaní Internacional), quedó maravillado por una cultura, la suya, que apenas conocía. Ni corto ni perezoso, se puso a aprender guitarra y no tardó en ser él mismo quien actuara en cabarets. 
Que lo disfrutéis.


jueves, 13 de octubre de 2011

Tolstoy, de A. N. Wilson


Como Tolstoy era ruso, y a mí me gustan mucho los tópicos, diré que Lev Nikolaevich era como una muñeca rusa. La primera imagen que muchos teníamos de él cuando lo leímos por primera vez era la de un gran escritor, un aristócrata, una persona sobria, sosegada, que medía sus palabras, y que no podía ser más diferente del otro grande de las letras rusas, aquel ludópata atormentado, deportado a Siberia en sus ratos libres, y siempre con el agua al cuello.
En cuanto una abre la primera muñeca y profundiza un poco más en sus obras, se encuentra con un entrañable abuelete, un hombre que renegaba de su clase social, se vestía de campesino y dedicaba casi la segunda mitad de su vida a predicar el amor universal y escribir obras un tanto ñoñas.
Abrimos otra muñeca y nos encontramos con un hombre que cargó con el inmenso trauma de no recordar a su madre y no haber visto jamás su retrato; que creció atormentado por su fealdad y por su naturaleza pecadora, que sólo salía del burdel para sentarse a la mesa de juego, que anotaba en su diario, con una estilo de desganada lírica, su primera experiencia, "vil y repulsiva", de sexo anal; y que, antes de casarse con Sofía Bers, la obliga a leer dicho diario, un truculento juego que los dos mantendrían por el resto de sus días.
Pero hay más. La siguiente muñeca nos muestra a un hombre que reniega no sólo de su clase social, sino también de la iglesia ortodoxa; que niega la divinidad de Cristo a la vez que dedica todos sus esfuerzos a conducir a la humanidad a la senda de la verdadera fe cristiana; y un hombre que probablemente nunca se dio cuenta de hasta qué punto cambió el mundo.

Lugar donde está enterrado Tolstoy. Quizá también la ramita verde.

De su infancia, hay una conocida anécdota que ha pasado a la historia de la literatura. Fue el día en que su hermano mayor Nikolai le reveló a sus hermanos Serguei, Dimitri, al pequeño Lev, de cinco años, y a Maria, de tres, que había descubierto el secreto por el que toda la humanidad podría ser feliz. No habría más guerra ni más enfermedades, todo el mundo sería feliz y se amarían los unos a los otros. A partir de dicha revelación, los hermanos fundaron la Hermandad de las Hormigas (Nikolai, probablemente, había oído hablar de la Hermandad Moravia, y había confundido esa palabra con "muravey", "hormiga" en ruso) y, aunque Nikolai nunca les reveló más detalles de aquel prodigioso descubrimiento, sí les dijo que lo había escrito todo en una ramita verde que había enterrado cerca de un pequeño barranco en Yasnaya Polyana. Añós más tarde, Tolstoy pidió ser enterrado en el mismo lugar que esa ramita verde.

Los autores de Sovremennik (El Contemporáneo): busca al intruso

Tolstoy siempre se sintió raro, diferente, aislado del resto del mundo, aunque quizá no tuvo conciencia de ese aislamiento hasta el día en que, a la edad de 19 años, completamente solo por primera vez en su vida, ingresado en una clínica para enfermedades venéreas en Kazan, escribió en su diario: "hace 6 días que me ingresaron. He cogido la gonorrea, donde se suele coger".
Nuestro amigo cultivó ese aislamiento, y a veces es difícil saber hasta qué punto era sincero en sus valoraciones, o era simplemente impostura. En cuanto se hubo dado a conocer como escritor, no tardó en  hacer saber a quien quisiera escucharlo que Shakespeare era un petardo o que Tyutchev era un poeta incomparablemente más profundo que Pushkin. En sus últimos años, todavía dedicó tres años de esfuerzos y lecturas para escribir Shakespeare y el teatro, una desquiciada lectura del bardo que al señor Wilson le produce vergüenza ajena.
En la extraordinaria foto que veis arriba, se aprecia perfectamente cómo a nuestro amigo le gustaba dar la nota. ¿Cómo? ¿Que nos van a hacer una foto de "grupo de escritores"? Pues espera que me ponga el uniforme. Pero es que, para más inri, el joven conde en realidad prefería la compañía de siervos y criados a la de sus propios oficiales, que de hecho le provacaban un firme rechazo, cuando no asco, y a los que era capaz de zurrar de lo lindo en sus ataques de ira.
Se alistó en el ejército en parte para enmendar su disipada vida y en parte para acumular experiencias, dado que acababa de escribir La Historia de Ayer, una especie de extensión o ramificación de sus diarios. Fue en el ejército donde empezó a agudizarse su cuestionamiento del cristianismo como lo conocemos, al ver a los sacerdotes rociar a los soldados con agua bendita al tiempo que los arengaban a matar infieles. Así, un buen día de marzo de 1855 se sintió inspirado por una gran idea, la idea de "una nueva religión...la religión de Cristo, pero purgada de creencias y misticismo, una religión práctica, que no prometa la felicidad futura, sino que ofrezca la felicidad en la tierra".

Oye, Antón, ¿tú te has follado a muchas putas?

Como no podía ser de otra manera, la vida de nuestro autor está jalada de caminos cruzados e históricos encuentros literarios. Qué maravilla imaginar a Tolstoy, en Londres, escuchando arrebatado a Dickens en una de sus lecturas públicas de Cuento de Navidad. O su relación con Turgueniev, con el que estuvo en un tris de batirse en duelo. La verdad es que lo de Tolstoy con Turgueniev venía de lejos: en 1833 la madre de Turguéniev, aquella señora que aterrorizaba a Ivancito y le daba una paliza por cualquier nimiedad, tuvo una hija ilegítima con el Dr. Bers, futuro suegro de Lev Nikolaevich. Por no hablar de la relación, que de hecho nunca llegó muy lejos, de Turgueniev con la hermana de Tolstoy, Maria.
Curioso, también, el modo en que Pasternak se cruzó en su camino. El artista Leonid Pasternak fue a Yasnaya Polyana, acompañado de su hijo Boris, a hacer bocetos del cuerpo amortajado de Tolstoy.
Los encuentros con Chéjov o Gorki están bien documentados. Incluso demasiado bien. Nos cuenta Gorki que Lev Nikolaevich, jugando el papel de veterano de mil guerras y de vuelta de todo, le habló de esta guisa al doctor Chéjov: "y dígame, Antón Pavlovich, usted, de joven, ¿se folló a muchas putas?". Ante el comprensible estupor de su interlocutor, Tolstoy prosiguió: "yo sí, yo fui un follador infatigable." Eso después de elogiar sus relatos, y aconsejarle que olvidara el teatro.
Pero el encuentro que de verdad habría electrizado la historia de la literatura fue aquél que nunca se produjo.

El Monasterio de Optina

Parecería como si Tolstoy y Dostoyevski se hubieran pasado la vida mirándose de reojo, vigilando los movimientos el uno del otro, demasiado cautos para dirigirse la palabra. Sus caminos paralelos, sin embargo, harían de 1866 uno de los años más fecundos de la historia de la literatura, cuando la revista Russkii Vestnik fue publicando, de manera alterna, los sucesivos capítulos y volúmenes de Crimen y Castigo y Guerra y Paz, que a la sazón llevaba el título de 1805.
Años más tarde, en 1878, los dos visitaron de manera casi simultánea el monasterio de Optina, al que desde hacía algunos años acudían casi en masa los fieles en busca de respuesta a sus dilemas vitales como los griegos se dirigían al oráculo de Delfos. Dostoyevski, devastado por la reciente muerte de su hijo Aleksei, acudió allí en busca de consuelo espiritual y halló, en el padre Ambrosio, inspiración para el personaje del padre Zósima de Los Hermanos Karamazov. Por su parte, Tolstoy fue al monasterio movido más bien por sus inquietudes religioso-intelectuales. En los últimos años, el monasterio de Optina se había ido inclinando hacia una lectura de los evangelios más cercana a lo que buscaba Lev Nikolaevich: se entendía el cristianismo no simplemente como un acto de adhesión a una fe, sino como una inacabable andadura espiritual que exigía completo sacrificio por parte del creyente.

Abuelito, dime tú

Desde siempre, Tolstoy se había sentido atraído y había recibido con los brazos abiertos la influencia del pensamiento de hombres como Voltaire y Rousseau, nombre este último peligrosamente asociado a la revolución. El humanismo y el racionalismo habían arraigado con fuerza en nuestro autor, sin desalojar en ningún momento su religiosidad. Y naturalmente, un humanista como él no podía permanecer callado mucho tiempo ante el autoritarismo del zar y la crueldad con que trataba a sus súbditos. Algunos episodios marcaron a Tolstoy de por vida y situaron al señor conde en la senda de la revolución y el anarquismo. Por mencionar sólo tres, en el ejército tuvo ocasión de asistir a los crueles castigos que se infligía a los soldados que cometían una falta. Además, en el viaje que hizo a Francia no se le ocurrió otra cosa mejor que asistir a un guillotinamiento. 


Y el tercer episodio tuvo lugar unos pocos años antes de que naciera Leoncito, y fue el levantamiento de los decembristas de 1825 contra el que iba a ser coronado nuevo zar, Nicolás I. La historia de esta revuelta, apagada de forma cruel por el nuevo zar, y que acabó con la ejecución de los líderes y con centenares de oficiales de origen aristocrático enviados a Siberia acompañados, de manera voluntaria, por sus esposas, entró a formar parte de la memoria colectiva del país, y se volvió una pesadilla para el zarismo hasta el fin de sus días. Tolstoy tenía la firme decisión de escribir una novela titulada Los Decembristas, pero pensaba que para entender bien la revuelta tenía que remontarse antes a la invasión napoleónica de 1812. Los Decembristas pasó a la historia de las novelas no escritas. En su lugar, nacieron Guerra y Paz y un profeta de la revolución...

Carta de Tolstoy a Gandhi, fechada el 8 de mayo de 1910

...muy a su pesar. Porque si bien es cierto que Tolstoy preconizaba que la propiedad privada era un robo, también tomaba al pie de la letra las palabras de Cristo sobre la otra mejilla. Tolstoy creía que cualquier forma de gobierno era perversa y que la única alternativa justa era la anarquía. Pero era demasiado inteligente para no darse cuenta de que si los hombres buenos renuncian al poder, lo tomarán los malos. 
Tolstoy se convirtió en el catalizador del descontento del pueblo precisamente porque no se aliaba con nadie y porque no proponía un camino alternativo. Se le daba muy bien criticar lo que estaba mal, pero era incapaz de señalar qué rumbo tomar. Nos dice Wilson que, a pesar de que Lenin sabía que el pueblo ruso nunca optaría por una revolución violenta, y mucho menos marxista, cada vez más se respiraban aires de cambio, se sentía que las cosas no podían seguir mucho tiempo como estaban. Pero como le sucede a todo buen profeta, los mensajes de desobediencia civil y, sobre todo, de resistencia pacífica de Tolstoy fueron a calar muy lejos de su propia tierra, concretamente treinta años más tarde en la India, vía Sudáfrica, país este último donde un joven Gandhi leía arrebatado El Reino de Dios está en Vosotros y establecía con Lev Nikolaevich una relación de mutua admiración.

A ver qué escribes

Como suele sucederme con los buenos libros de historia y biografías, me veo incapaz de hacer una reseña que haga justicia a lo que acabo de leer, sin resumir todas y cada una de sus páginas. Podría hablar de Chertkov, escritor que había de convertirse en secretario de Lev Nikolaevich y su más adepto seguidor, hasta el punto de que se dice de él que fue más tolstoyano que el propio Tolstoy. Tan estrecha fue su relación que en los últimos años de nuestro autor, una enloquecida y paranoica Sofia Tolstoy sospechaba que su marido, además de conspirar contra ella y contra su proyecto de recoger sus obras completas, se la pegaba con el secretario.

Quod est veritas?

Podría hablar también de su no especialmente idílica vida matrimonial, aunque esa historia es bien conocida, dado que pocos matrimonios han tenido una relación tan pública como los Tolstoy.
Podría tomar uno de los múltiples senderos que ofrece la vida del conde y profundizar en la historia del retrato de Nikolai Ge Quod est veritas, que muestra a Cristo frente a Pilatos y se convirtió en un provocador icono antigubernamental, y cómo dicha historia se entrelaza con la posterior excomunión de Tolstoy, y cómo fue la reacción del pueblo ante dicha excomunión.
Podría adentrarme en otro de esos senderos, el de los Dujobory y su fascinante historia, y cómo Tolstoy les entregó los derechos de Resurrección para que pudieran reunir fondos y emigrar a Canadá.
Podría recordar sus últimos días, intentado esconderse del mundo en la casa del jefe de estación de Astapovo, con su mujer Sofia andén arriba andén abajo y el moribundo Lev Nikolaevich negándose a que lo visite, mientras reporteros de medio mundo hacían arder los telégrafos.
Podría, por último, detenerme a hablar de la lectura que hace Wilson de las obras de Tolstoy, cómo reivindica Resurrección como una gran novela, cómo nos demuestra el modo en que, de modo más acusado que en otros autores, nuestro autor se reinventaba continuamente en sus libros a la vez que no dejaba de anticiparse a su propia historia. Porque, por muy interesante y jugosa que sea la vida de Tolstoy, lo verdaderamente interesante en este libro es la historia de la gestación y el análisis de las tres grandes entre sus grandes obras, Guerra, Ana y Resurrección.
Podría incluso volver a leérmelo enterito.

Entierro de Lev Nikolaevich Tolstoy

Tenemos fotos y entrevistas de Faulkner, Borges, Nabokov, Mann... Pero ver a Tolstoy en fotos y, sobre todo, en películas nos produce una emoción especial. ¿Por qué? Quizá porque con él terminó el siglo XIX. Porque, diga lo que diga la cronología, Tolstoy pertenece a otra época, una época en la que no había cámaras. La época de Cervantes, Shakespeare o Goethe.

jueves, 6 de octubre de 2011

Algunas canciones rusas


En estos últimos días, mi crisis aguda de rusofilia se ha visto agravada por un acceso de iMovie. Así que, entre Turgueniev y Tolstoy, me estoy pasando las horas muertas traduciendo canciones y creando, con escaso talento, ya lo sé, videos musicales con algunas de mis joyas discográficas.

Empecemos con este sencillo y precioso poema de Brodsky, que la cantante y poeta Elena Frolova convirtió en una evocadora canción, llena de melancólica alegría.
La sencillez del poema, sin embargo, se torna dificultad a la hora de traducir el primer verso. En ruso,  los verbos en pasado concuerdan con el género, por lo que desde el primer verso el lector ruso sabe que habla una mujer. ¿Cómo traducir eso al español? La solución, que ahora me parece tan sencilla, me ha costado horas encontrarla (¡hace tanto que no traduzco!), y aun así no me satisface de lo prosaica que suena.
Y por si eso fuera poco, cabe señalar que en ruso, mientras que un hombre "se desposa", una mujer "sale tras un hombre". Y aunque en la intención del poeta quizá no entrara este matiz, éste está ahí.


Зимняя свадьба
Я вышла замуж в январе.
Толпились гости во дворе,
и долго колокол гудел
в той церкви на горе.

От алтаря, из-под венца,
видна дорога в два конца.
Я посылаю взгляд свой вдаль,
и не вернуть гонца.

Церковный колокол гудит.
Жених мой на меня глядит.
И столько свеч для нас двоих!
И я считаю их.

Boda en invierno

Mi marido y yo nos casamos en enero
y mientras los invitados se agolpaban en el patio
desde lo alto de la colina
la campana no dejaba de tañer

Desde esta capilla se ven
los dos extremos del camino
miro a lo lejos
el mensajero ya no volverá

La campana de la iglesia tañe sin cesar
mi marido me contempla
¡cuántas velas por nosotros dos!
y yo las cuento todas


La siguiente es una canción tradicional rusa. Cada vez que oigo el estribillo, epítome del romanticismo, no puedo evitar imaginarme a un héroe pushkiniano que, desolado tras oír que su amada la princesa Elizaveta se va a casar con un hombre más respetable y acaudalado al que no ama, se empeña en perder en el juego hasta el último kopek, y al salir le espeta al cochero "llévame adonde quieras".
Está interpretada por un excelente grupo ucraniano llamado Iva, que conocí en las calles de Varsovia y a los que, por suerte y contrario a mi costumbre, les compré dos cds. No he vuelto a saber de ellos.
El vídeo muestra imágenes de San Petersburgo.



Ямщик, не гони лошадей,

Как грустно, туманно кругом,
Тосклив, безотраден мой путь,
А прошлое кажется сном,
Томит наболевшую грудь.
Ямщик, не гони лошадей,
Мне некуда больше спешить,
Мне некого больше любить,
Ямщик, не гони лошадей.
Как жажду средь мрачных равнин,
Измену забыть и любовь,
Но память - мой злой властелин
Всё будит минувшее вновь.
Ямщик, не гони лошадей...
Всё было, лишь ложь и обман,
Прощай и мечты и покой,
А боль не закрывшихся ран
Останется вечно со мной.
Ямщик, не гони лошадей...
Cochero, no fustigues a los caballos

Qué triste niebla me envuelve,
camino por la melancolía y la desolación,
y el pasado me parece un sueño
que atormenta mi dolorido pecho.
Cochero, no fustigues a los caballos,
ya no tengo prisa por llegar a ningún sitio,
ya no tengo a quien amar,
cochero, no fustigues a los caballos.
Cómo anhelo, en las lúgubres llanuras,
olvidar el amor y la traición,
pero el recuerdo, mi perverso amo,
evoca de nuevo lo pasado.
Cochero...
Era todo engaño y mentiras,
digo adiós al sosiego, a mis sueños,
pero en mí quedará por siempre
el dolor de las heridas abiertas.


Stenka Razin, pintado por Vasily Surikov

La letra de la siguiente canción, que es todo un himno en Rusia, es de un poema de Dmitri Sadovnikov (1847-83) basado en una leyenda sobre el  guerrero cosaco Stepan (también Stenka) Razin, quien en 1670 lideró una revuelta contra el gobierno y el ejército del zar. No es de extrañar que acabara como acabó, descuartizado vivo junto a su hermano en la Plaza Roja.
Transcribo sólo el emocionante estribillo final que dice "¡Volga, Volga!"
La melodía no deja de recordarme a una habanera catalana.



Из-за острова на стрежень

"Волга, Волга, мать родная,
Волга, русская река,
Не видала ты подарка
ОT донского казака!

¡Volga, Volga, amada madre,
Volga, río de Rusia,
si hubieras visto el regalo 
que te hizo el cosaco del Don!


El siguiente tema es una canción tradicional siberiana titulada Moroz ("Helada"), de la que no he conseguido la letra. Está interpretada por Loyko, cuya foto encabeza esta entrada. Se trata de un trío de virtuosos músicos gitanos acompañados en esta ocasión por Leonsia Erdenko, de voz absolutamente cautivadora. Loyko, que se disolvieron hace unos años, afortunadamente se han vuelto a reunir -no sé si de manera más o  menos permanente- y en octubre actuarán en Barcelona; naturalmente, ya tengo mi entrada.
Esta preciosa canción, a la que he puesto imágenes de Siberia, cuenta la historia de un hombre que, engañado por su mujer, se va de casa y vaga por la nieve, pues volver al hogar sería una humillación y un deshonor.


Y por último, y porque en la variedad está el gustirrinín, una canción alegre. De nuevo estamos con el grupo Iva, por los que siento absoluta debilidad, y que aquí cantan al orgullo y la alegría de ser gitano. Siento haberles cortado la cabeza a esa pretérita pareja que hay en el vídeo.

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