domingo, 27 de junio de 2010

Una mañana perdida, de Gabriela Adamesteanu

La reseña de la propia editorial no puede ser más prometedora: "Es una fría mañana de invierno, allá por los años setenta del pasado siglo; Vica deja a su maltrecho esposo encerrado en casa y se encamina sola por las calles de Bucarest (...) Cargada de bolsas, envuelta en un viejo mantón y un sinfín de bufandas, esta mujer inolvidable recorre las calles de la capital y de paso nos cuenta su vida y la de Rumanía entera, porque todas y cada una de las personas que encuentra en esa mañana aparentemente perdida son la encarnación de la historia de su país".
Y la verdad es que Una mañana perdida no decepciona. No es exacto, sin embargo, que se reconstruya la historia de Rumanía. Más bien, la novela nos permite ser testigos de algunos de los momentos clave en la historia del país a lo largo del siglo XX, como lo fue la participacón del país en las dos guerras y, sobre todo, la crucial decisión que se hubo de tomar para decicir al lado de qué bando luchar en la primera. Para ello, la autora despliega todo un repertorio de técnicas narrativas, y lo hace de forma magistral: constantes cambios de puntos de vista del mismo personaje, que tan pronto nos habla en primera como en tercera persona (en ocasiones, también en segunda); elipsis y saltos adelante y atrás en el tiempo dentro del mismo párrafo y sin aviso, conversaciones, diarios, stream of consciousness...
De la primera parte, con ese recorrido por la ciudad al que se alude en la reseña, pasamos a los años 1915 y 16, donde asistimos a dos escenas cruciales en la historia de varias familias. Una de dichas escenas nos será relatada, a modo de Rashomon, desde cuatro diferentes puntos de vista. Más tarde nos convertimos en lectores del diario de uno de los personajes de la escena, y finalmente, acompañamos de nuevo a Vica en el recorrido final de esa mañana perdida, donde tiene un larga e interesantísima conversación con Ivona, que en la escena crucial de 1916 apenas contaba dos años.
Sin duda, ciertos conocimientos previos de la historia de Rumanía, aunque solo sea sobre su intervención en la primera guerra mundial, facilitarán al lector la lectura de ciertos pasajes, pero en modo alguno es un requisito imprescindible. La novela es absolutamente accesible, y gustaráa quienes gusten de novelones sobre la historia de Europa Central.

martes, 22 de junio de 2010

Los Soprano, quinta temporada

Salen viejos compinches de la cárcel, y Tony intenta reintegrarlos en la sociedad... Pero perro viejo no aprende trucos nuevos, y estos perros no se dan cuenta de que el mundo al que salen no es el mismo que los vio entrar en prisión hace 15 o 20 años.
Tony B., gran interpretación de Steve Buscemi, intenta redimirse y abrir un negocio de masajes. Y aunque todos sabemos dónde acabarán esas buenas intenciones, los guionistas una vez más nos ofrecen un personaje tan interesante como imprevisible.
Guerra medio abierta entre Johnny Sack y Tony, y declarada entre aquél y la familia de Carmine. 
Finn, el novio de Meadow, de pardillo en la obra, se siente, cómo decirlo, como pez fuera del agua. Se mete en la boca del lobo cuando ve a Vito, el gordo, haciéndole una mamada a un segurata. Vito le invita al béisbol, y a Vito no le gusta que lo dejen plantado...
Más mamadas. Adriana se siente atraída por Tony, aunque más como figura paterna que otra cosa. En la familia no existen figuras paternas, y cuando Tony y Ade tienen un accidente, todos llegan a una precipitada conclusión.
Adriana, por otra parte, cada día se ve más incapaz de soportar la presión, aunque ella no es la única confidente de la policía. 
Tony y Carmela siguen separados. Fallido el romance de Carmela con el director de la escuela de AJ, y fallidos sus intentos por conseguir un abogado que le ayude a divorciarse de Tony, Carmela empieza a ver con buenos ojos los intentos de Tony por reconciliarse.
Excelente clímax con la historia de Adriana. Y al final, muerte al primo y a la prometida. Todo sea por defender a la familia.

sábado, 19 de junio de 2010

Musgos de una vieja casa parroquial, de Nathaniel Hawthorne

Ser descendiente de uno de los jueces de Los Juicios de Salem fue para Hawthorne un auténtico estigma. Intentó arrarcánselo haciéndose cambiar el apellido de Hathone a Hawthorne, pero la sombra del puritanismo nunca dejó de acosarle.
Musgos..., colección de relatos elogiada por Poe y de la que el autor, años después de su publicación, no se enrogullecía y poco menos que renegaba ("I remember that I always had a meaning—or, at least, thought I had." "Upon my honor, I am not quite sure that I entirely comprehend my own meaning in some of these blasted allegories... I am a good deal changed since those times; and to tell you the truth, my past self is not very much to my taste, as I see in this book.") ... atrapa al lector desde el primer momento, pero, poco a poco, va aflojando el puño. Historias como "El joven Goodman Brown", "La hija de Rapaccini" o "La señora Bullfrog", muy al estilo de Poe, exploran el lado más siniestro del alma humana, rezuman satanismo y son una crítica abierta e implacable al puritanismo. Pero son, sobre todo, historias sobre el hombre y la mujer, sobre la imposibilidad de una unión espiritual entre ambos, por estar ambas almas permanentemente al borde de precipitarse al infierno.
En "La marca de nacimiento", "La talla de Browne" o "El artista de lo bello", por mencionar sólo unos pocos, vemos otros de los temas recurrentes a lo largo del libro, como son el mito de Pygmalión y el concepto del artista no tanto como Dios, sino como el del ángel que se rebela contra el Omnipresente.
En "Una reunión selecta" asistimos a una fiesta que se celebra en un castillo en el aire, y que reúne a invitados como el Tiempo Pasado, el Seretario del Clima, Monsieur On-Dit, el Judío Errante... El problema es que este modelo se repite en exceso a lo largo del libro. Con mayor o menor fortuna, relatos como "El palacio de la fantasía", "El banquete de Navidad", "El holocausto de la tierra" o "Una clección de virtuoso", pese a sus indudables méritos como relatos individuales, a base de repetir el esquema, acaban por agotar al lector y perder toda capacidad de sorprenderlo. 
 En resumen, un libro de excelentes relatos, que habría sido aún mejor si no incluyera estos dos o tres relatos, que además de repetitivos son excesivamente largos.

domingo, 6 de junio de 2010

Libros abandonados



El papel de mi familia en la revolución mundial, de Bora Cosic, es un clásico de la literatura croata. Nos encontramos ante el mundo, y más en concreto, la guerra, a través de los ojos de un niño. Frases sencillas, ausencia de conectores, hechos sin ninguna relación entre ellos yuxtapuestos en la mente infantil porque ese es el orden en que suceden; la típica familia mediterránea en la que conviven varias generaciones, tíos y tías; recuerdos de infancia entremezclados con datos históricos... Quizá no elegí el momento adecuado para empezar esta novela. Se merece una segunda oportunidad.


Me acerqué a Los culpables, de Juan Villoro, por Roberto Bolaño, quien tenía en gran aprecio al autor mexicano. En esta colección de cuentos, Villoro da voz a los más variados personajes, desde un mariachi de gran renombre que se considera un farsante hasta un limpiador de ventanas que se queda suspendido en un andamio. Se nos dice en la contraportada que el autor "registra la excepcional elocuencia de quienes, para librarse de la verdad que los asedia, se vuelven culpables de literatura". Pues si dicen que es eso, eso será, pero la verdad es que yo no he podido pasar de la segunda historia. No dudo que Villoro sea un gran escritor, pero a mí ni estos personajes ni la verdad que los asedia han conseguido interesarme lo más mínimo.

sábado, 5 de junio de 2010

El compromiso, de Serguei Dovlátov

Este libro ofrece al lector lo mejor que la literatura de la Unión Soviética podía producir: literatura satírica escrita por disidentes.
Serguei Dovlátov, nos dice la solapa del libro, estudió finés para salir del país, pero no pudo llegar más allá de Estonia. En Tallin consiguió entrar a trabajar en la redacción de un periódico, y el resultado es El compromiso. Este libro se compone de doce historias verídicas (doce "compromisos") que sólo pueden resultar verosímiles en un infierno absurdo como es una dictadura comunista: desde las "faltas ideológicas" por utilizar el orden alfabético en lugar del orden comunista, hasta un pescador cuyo cadáver es confundido con el del director de televisión y enterrado con los honores pertinentes, pasando por la granjera que escribe a Brezhnev para comunicarle que su vaca ha batido el récord de producción de leche, o la difícil elección del recién nacido 400.000 de entre una lista de candidatos poco apropiados.
Las historias en sí son hilarantes, pero más aún el estilo de Dovlátov, de frases cortas, certeras, con un sentido del humor que oscila entre el surrealismo y la picaresca. Dovlátov, un gigantesco alcohólico, observa el mundo tan pronto crédulo e ingenuo como atónito ante la estupidez que lo rodea. No obstante, y pese a que el libro provoca más de una carcajada, el mensaje final no puede ser más deprimente. En una sociedad cruel, estúpida y opresora, al artista no le queda más salida que refugiarse cuando puede en la risa, el único recodo de cordura. Poco consuelo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Kadosh, de Amos Gitai

¿Cuál es la función de la religión en la vida de las personas? Aunque este no es exactamente el tema de la película, sí es la cuestión que nos vemos obligados a formularnos al final.
Kadosh nos adentra en el mundo del judaísmo ortodoxo de Jerusalén. Un mundo de disquisiciones sobre el sabbat, regulado hasta en sus detalles más íntimos. Un mundo donde uno no se pregunta sobre el papel de la mujer en la sociedad (porque la sociedad es lo exterior, lo ajeno, "ellos, los ateos, nuestro gobierno laico"), sino sobre el papel de la mujer en el judaismo. Ese papel, naturalmente, consiste en "engendrar judíos".
Las hermanas Rivka y Sarah se enfrentan a su destino de manera opuesta, una con resignada aceptación, la otra con resignado rechazo. Meir, el marido que ignora su esterilidad, se ve obligado por el rabino a repudiar a Rivka, que  tras diez años de matrimonio, aún no ha sido capaz de concebir.
Sarah, tras haber rechazado uno tras otro a todos los candidatos que le han propuesto,  se ve forzada a contraer matrimonio con un marido violento y fanático.
El pequeño barrio de jerusalén donde sucede la historia parece sacado de otro tiempo, y es una pena que los subtítulos no proporcionen información alguna sobre los omnipresentes carteles de las calles, que, según averiguamos en los extras del DVD, cumplen la función de recordar a los habitantes del barrio y a sus visitantes las normas que deben observar en todo momento.
En última instancia, Kadosh no es tanto una película sobre el judaismo como sobre el fanatismo religioso y sobre la forma en que este conduce inevitablemente a la infelicidad; sobre la forma en que el fariseísmo acaba ocultando o desvirtuando los preceptos básicos y esencialmente humanos de cualquier religión; y, en resumen, sobre cómo dichas actitudes no hacen sino alejarnos de Dios. La eterna cuestión, en una película interesante y emotiva.

martes, 1 de junio de 2010

Mad Men, primera temporada

Mad Men parece que arranca despacio, y uno piensa que cobrará dinamismo poco a poco. Sin embargo, no es así, y no lo es porque, a diferencia de, por ejemplo, Los Soprano, donde los conflictos entre entrañables matones son constantes, y sus resoluciones, expeditas, o en Six feet under, donde los dramas familiares estaban presentes en todo momento, en Mad Men prima la sutileza.
Nos encontramos ante lo que en inglés se denomina, una character-led series, es decir, que no es tanto el argumento lo que concita nuestro interés cuanto los personajes. El principal, Don Draper, es una variante del tradicional "hombre hecho a sí mismo", con un oscuro pasado y una insoportable carga de culpa.
Su mujer, Betty, también escapa del estereotipo de rubia guapa y tonta y ama de casa resignada a su destino. De hecho, uno de los pilares de esta serie es el impresionante trabajo de todos los actores. También Joan, la jefa de las secretarias, tan despampanante como ambiciosa, o Peggy, la ingenua y pueblerina recien llegada; parece que los guionistas han decidido partir de unos archiconocidos clichés, y mostrarnos su lado menos estereotípico.
Grandísimo hallazgo el personaje de Pete Campbell, niño mimado y, aun así, todo un perdedor, una persona despreciada por todos, y otro ejemplo de cómo los guionistas han sido capaces de crear un tipo de personaje nunca visto antes: odioso sin ser perverso ni retorcido, despreciable sin llegar a perder su dignidad. 
Caso contrario al de Roger Sterling, triunfador, cínico, capaz de insinuarse a la mujer de su mejor amigo y hacerse de querer por todos, que de la noche a la mañana se convierte en un patético cadáver ambulante.
Situada a principios de los 60, (esta primera temporada culmina con las elecciones de 1960 que llevaron a Kennedy a la Casa Blanca), Mad Men gira alrededor de temas tales como el racismo institucionalizado, el machismo, el antisemistismo, el tabaquismo, el sueño americano, el adulterio, la manipulación de las masas, la envidia y la homosexualidad.
Así pues, existe vida más allá de HBO. Hay que decir, en este caso, que el vínculo que une  a Mad Men (de la cadena AMC) con, por ejemplo, Los Soprano, uno de los buques estrella de HBO, no es nada más y nada menos que el guionista y productor, Matthew Weiner.
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